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Diccionario etimológico y toponímico
Cuarto Interrail: Transilvania   Agosto 2002
Italia I Eslovenia I Croacia I Montenegro I Serbia I Rumanía I Bulgaria I Grecia I Vaticano I Luxemburgo I Países Bajos I Francia
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Mi cuarto Interrail, un pase global de casi un mes de duración, tuvo lugar en 2002, en compañía de mis colegas Isidoro y Miguel. Gran parte del viaje estuvo pasado por agua, fuertes aguaceros nos sorprendieron en Venecia, Villach (Austria), Zágreb (Croacia), Podgorica (Montenegro), Atenas, Verona (Italia) y Luxemburgo; pero el dato más importante de esta aventura es que la iniciamos tres viajeros y al final la acabé yo solo.

Cuarto Interrail


  • Transportes: Trenes de segunda clase, autobuses y barcos.
  • Alojamientos: Youth hostels, hostales, pequeños hoteles y casas privadas en Croacia.
  • Lo mejor:
    - El viaje se realizó de forma totalmente improvisada.
    - La gente tan maravillosa que conocí por el camino.
    - El castillo de Drácula, en Bran (Rumanía).
    - Las playas de Santorini y las ruinas de Pompeya.
  • Lo peor:
    - Fuertes tormentas durante todo el viaje.
    - Noche aciaga en el interior de algunos trenes.



Etapa 1: De Italia a Croacia

El interrail comienza en Barcelona, como de costumbre, en el interior de un tren que se dirige a Portbou y, posteriormente, a Milán. Tras visitar la capital lombarda, continuamos hacia la hermosa Venecia, que nunca deja de maravillarme. Hicimos noche a las afueras de Venecia, en el municipio de Mira.

Partimos de Venecia al caer la noche, inmersos en la primera tormenta del viaje. Sorteamos los Alpes hasta la ciudad austriaca de Villach, donde realizamos transbordo para proseguir hacia Liubliana, la capital de Eslovenia. Por la tarde, un nuevo tren que sigue el cauce del río Sava, nos trasladó hasta Zágreb, la capital de Croacia. Aquí hicimos parada y fonda.





Etapa 2: Dalmacia (Croacia), Montenegro y Serbia

La costa de Dalmacia, región croata que se asoma al mar Adriático, más Montenegro y Serbia, constituyen la segunda etapa del viaje. El primer día visitamos Split, la villa que el emperador romano Diocleciano eligiera para levantar su palacete de retiro. Esa tarde, a bordo de un rápido catamarán, alcanzamos Korcula (pronúnciese 'córchula'), isla rodeada de aguas cristalinas que viera nacer al viajero Marco Polo. Nos alojamos en una casa particular.

Al día siguiente, a bordo de dos ferrys, alcanzamos tierra firme en Ploce, donde un autobús nos condujo hasta Dubrovnik, la ciudad más hermosa de Croacia. Nos alojamos en una casa particular y luego visitamos la ciudad amurallada hasta el viejo puerto.

El séptimo día de viaje transcurrió por Montenegro, que junto a Serbia, conformaban los últimos países de Yugoslavia. Un par de autobuses, con tramo de ferry incluido, nos llevaron hasta Podgorica, la capital montenegrina. No había mucho que ver en el bombardeado casco histórico. Vimos la torre Sahat Kula, el río Ribnica y zonas devastadas por el episodio bélico. Por la noche tomamos un tren y partimos hacia la vecina Serbia.

El octavo día transcurrió en Belgrado, la capital serbia. En el casco histórico vimos algunos edificios bombardeados por la ONU durante el episodio bélico, además del Parlamento. Nos aupamos también hasta el castillo, para ver el gran río Danubio. Por la noche partimos hacia Rumania en un cochambroso tren.





Etapa 3: Transilvania (Rumanía) y Bulgaria

Bucarest, la capital de Rumanía, no despertó gran interés entre los tres viajeros. Un destartalado centro urbano, casas ruinosas, calles sin encanto, se confabularon para que esa misma tarde partiéramos en tren hacia Transilvania, en busca del mito de Vlad Tepes, más conocido como Drácula. Esa noche nos alojamos en Brasov, en una casa particular.

Al día siguiente, décima jornada, partimos hacia Bran, pueblo que aloja el castillo del empalador Vlad Tepes. Visitado el castillo de Drácula, regresamos a Brasov, a tiempo de patear su coqueto casco antiguo. Por la tarde partimos en un nuevo tren hacia Bucarest y al caer la noche nos dirigimos hacia Sofía, la capital de Bulgaria.

La undécima jornada la empleamos en visitar Sofía. Recorrimos el casco antiguo y sus numerosos parques, prestando atención a la catedral, a la fuente termal Banya Basi y al Parlamento. Por la noche tomamos un tren y partimos hacia Salónica, capital de la Macedonia griega.





Etapa 4: Grecia (Meteora, Atenas, Santorini y Olimpia)

El Interrail prosigue por Grecia, país que recorremos de norte a sur para admirar su legado arquitectónico y disfrutar de hermosas playas donde relajarnos. Los dos primeros días en territorio griego los empleamos en visitar algunos monasterios de Meteora, encaramados sobre altos riscos de difícil acceso. Nos alojamos en Kastraki y la última tarde partimos hacia el puerto del Pireo.

Un ferry de gran calado nos condujo por aguas del mar Egeo hasta Santorini, isla famosa por sus pueblos encalados de un resplandeciente color blanco. Nos instalamos a las afueras de Thira, la capital, y moviéndonos en autobuses, nos dejamos ver por idílicas playas, como la roja de Akrotiri. En la capital, que se asoma al cráter del extinto volcán, disfrutamos de un magnífico atardecer junto a la cuesta de los burros. La segunda noche, a bordo de un ferry, regresamos al puerto del Pireo.

Se cumplen dieciséis días desde que salimos de Barcelona. Estamos en Atenas, ciudad que ya visitamos en el Interrail que culminamos en Estambul. No nos dejamos nada en el tintero en la milenaria Atenas: Acrópolis, teatro de Dionisos, templo de Zeus, Estadio de Atenas, Ágora griega, barrio de la Plaka...; y todo regado por un tremendo aguacero fruto de una inesperada tormenta. Esa noche partimos hacia el Peloponeso en el ferrocarril de vía estrecha.

El último día completo en territorio griego lo dedicamos a Olimpia, la urbe que viera nacer los primeros Juegos Olímpicos de la historia. Llegamos a ella vía Pirgos, en autobús. Contemplamos el estadio y las ruinas de algunos templos y por la tarde partimos en tren desde Pirgos hasta Patras, pues esa noche teníamos previsto zarpar hacia el puerto italiano de Brindisi.





Etapa 5: Italia, de sur a norte

La quinta etapa transcurre por Italia, país que recorremos de sur a norte. Iniciamos nuestro periplo (día 19) en Pompeya, visitando las ruinas de la ciudad que en el año 79 d.C. fuera sepultada por el volcán Vesubio (Ver topónimo). No os perdáis la villa de los Misterios, a las afueras del recinto. Esa tarde tomamos un tren a Nápoles y tres horas después, en un convoy de largo recorrido, alcanzamos la eterna Roma.

Sus siete colinas, el Coliseo, el Palatino, los Foros Imperiales..., junto a la Roma barroca de la plaza Navona, la Fontana de Trevi o la plaza de España, marcó el devenir de una apacible jornada en la capital italiana. Esta vez sí que pude entrar en el Vaticano, incluso me aupé hasta uno de sus balcones para disfrutar de una fenomenal vista aérea de toda Roma. Pasamos dos noches en un youth hostel y la última mañana partimos hacia Florencia con la intención de descubrir la Toscana.

Encontramos alojamiento a las afueras de Florencia, en el youth hostel Villa Camerata (dos noches). A partir de mediodía recorrimos el casco histórico de la capital mundial del Renacimiento, desde la plaza del Duomo hasta el puente Viejo pasando por la plaza de la Señoría.

Los dos siguientes días los disfrutamos viajando en tren por la Toscana. El primero, tras recorrer de buena mañana las salas de la Galería Uffizi, uno de los museos más importantes de Italia, nos desplazamos hasta Siena, la ciudad más encantadora de la región, famosa por su ovalada plaza del Campo, por sus calles medievales y por su catedral. El segundo día visitamos Pisa y su recinto milagroso, compuesto por la Torre, el Duomo y el Baptisterio. Esa misma tarde, viajando ya en solitario, me desplacé en tren hasta Verona vía Porretta, por entre un bello paisaje montañoso. Me alojé en un albergue juvenil.

Se cumplían 24 días de viaje. Me hallaba en Verona, la ciudad más romántica de Italia, con su Casa de Julieta recibiendo a sonrientes enamoradizos. Su casco histórico, plagado de grandes obras arquitectónicas, también esconde un pasado romano: Anfiteatro 'Arena', arcos, calzadas, puentes... Esa noche, bajo una atronadora tormenta, enfilé hacia el norte de Europa atravesando el corazón de los Alpes. Luxemburgo me reclamaba.





Etapa 6: Luxemburgo, Ámsterdam y París

El epílogo de este viaje lo dedico, para mi gozo y disfrute, a pisar un nuevo país: Luxemburgo, y a impregnarme de la magia que desprenden dos ciudades que siempre me han causado buenas sensaciones: Ámsterdam y París. Luxemburgo me recibe con lluvia y con fresco pese a hallarnos a mitad de agosto. Su casco antiguo, organizdo en torno al río Petrusse, aloja bonitas plazas y calles peatonales, y en torno a él se alza el castillo Bock, que forma parte de las fortificaciones españolas.

Partí de Luxemburgo tras el almuerzo y, vía Bruselas, alcancé Ámsterdam. Encontré alojamiento en un youth hostel del centro y esa misma noche me dispuse a patear la ciudad. Al día siguiente recorrí aquellos lugares más significativos de Ámsterdam: plaza Dam, canales, Torre de la Moneda, barrio Rojo, mercado Nuevo... A última hora del día partí en un tren nocturno hacia París.

Me presenté de buena mañana en la parisina estación del Norte. Me propuse recorrer París sin montar en transporte público, alcanzando la estación Austerlitz a última hora del día. Fueron muchos kilómetros a pie, pero valió la pena. Comencé visitando Notre Dame y el museo del Louvre, uno de los más importantes del mundo. Tras el almuerzo enfilé por la avenida de los Campos Elíseos hasta el arco de Triunfo y desde allí me dirigí a la Torre Eiffel. Una nueva pateada me condujo hasta el cementerio de Montparnasse, cuyas puertas ya habían echado el cierre. Proseguí por el barrio Latino y cuando llegó la hora partí hacia Barcelona en mi último tren nocturno. Llegué a casa tras 28 días de viaje.








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