Acantilados de Moher |
El primer día de esta ruta por el oeste de Irlanda me llevó hasta uno de los parajes más impresionantes de la costa occidental, los acantilados de Moher, de ochos kilómetros de longitud y una altura máxima de 214 metros.
Recorrí varias sendas que bordean los acantilados, me asomé al precipicio tumbado sobre una roca y, emulando a varios alocados, salté a un promontorio rocoso que sobresalía de la pared, y todo por tener una buena foto. Pasé algún apuro que otro cuando tuve que abandonar la piedra tratando de no caer al abismo.
A las cuatro de la tarde tomé el autobús que iba a Galway. Los 20 primeros kilómetros, hasta Ballyvaughan, transcurrieron por la bella comarca del Burren, que se caracteriza por tener colinas plagadas de piedras lisas y alguna que otra cueva.
Llegué a Galway a media tarde. En la estación de buses había mucha gente joven portando mochilas. "Mal augurio", pensé. Poco después averigüé que la ciudad estaba en fiestas esos días y que celebraba varios conciertos, lo que se tradujo en que los hoteles y albergues del centro estaban llenos. Afortunadamente, hallé una cama cerca del puerto, en el albergue juvenil Quay Street House. Me salvé por la campana.
Después de alojarme me dispuse a conocer la ciudad. En el puerto paseé por la Spanish Parade, o sea, la plaza de España de Galway. Aquí pude observar el llamado Arco Español, lugar donde atracaban los barcos españoles cargados de brandy y vino siglos atrás, de ahí el nombre. Por la noche, en compañía de tres estudiantes españoles (un chico cántabro y dos chicas vascas), sucumbí a los encantos de los pubs de Galway, con abundancia de cerveza y música en directo. Fue una noche muy movidita, con discoteca incluida.
Río Corrib. Galway |
Arco Español (Spanish Parade). Galway |
La mañana de la segunda jornada, con la resaca propia del que ha abusado de la birra la noche anterior, tomé un autobús en Galway y partí hacia el centro de la isla. A orillas del río Shannon me aguardaba Athlone, la última ciudad que iba a visitar antes de regresar a Dublín.
Río Shannon. Athlone |
Castillo de Athlone |
Primeramente me acerqué al río Shannon y obervé el fluir de sus aguas, limpias y cristalinas. Más tarde, de camino al castillo bajo una fina lluvia, rompí el paraguas, no resistió el fuerte viento que se había levantado. Lo curioso de ese paraguas made in China, es que lo compré en Andorra, lo utilicé en España y murió en Irlanda. Qué cosas. Desde el castillo de Athlone, construido en el siglo XIII, divisé una magnífica panorámica de la ciudad y el río Shannon.
Castillo de Athlone |
Athlone desde el castillo |
Después de realizar un rápido almuerzo, di carpetazo a Athlone presentándome en la estación de tren. A primera hora de la tarde puse rumbo a la dublinesa estación de Heuston.
Esa misma tarde, tras instalarme en el albergue juvenil Jacob's Inn de Dublín, me dirigí al Trinity College, una de las universidades más prestigiosas de Irlanda.
Y al día siguiente me entretuve contemplando el inicio del Tour de Francia, la primera vez en la historia que se celebraba en Irlanda.
Tour de Francia. Dublín |
Tour de Francia. Dublín |