Berna |
|
Ford Focus. Friburgo |
Por la mañana, antes de abanadonar Lausana, me acerqué a una oficina de la casa de alquiler para tratar el tema de la rueda pinchada y me dijeron que me desplazara al aeropuerto de Ginebra o al de Zúrich. Elegí la segunda opción, pero eso sería unos días más tarde, tras abordar antes el corazón de Suiza. Así pues, montados en el Focus familiar, partimos por la autopista hacia Fribourg, la capital del cantón homónimo, ciudad de origen medieval que aún coserva 14 torres de su antigua muralla.
Tardamos una hora y cuarto en cubrir la ruta (a 80 km/h). Estacioné el coche cerca de la estación Central de tren, en zona azul, por espacio de dos horas. A continuación, apremiados por el dichoso parquímetro, enfilamos por la peatonal peatonal calle Lausana, que conducía a la bonita plaza del Ayuntamiento, presidida por una curiosa fuente de origen medieval. Seguidamente vimos la catedral gótica de San Nicolás y luego nos asomamos al Pont de Zaehringen (no apto para los que sufren de vértigo) para contemplar el barrio medieval de Auge. Esto fue quizá lo mejor de Fribourg.
La siguiente etapa nos llevó, en media hora, hasta Berna, la capital del país. Como íbamos a estar más de dos horas, estacionamos el vehículo en un aparcamiento de varias plantas próximo a la estación central de ferrocarril.
Dedicamos las siguientes horas a serpentear por el apretado casco viejo de Berna, edificado en un meandro del río Aare. La calle principal, que toma varios nombres hasta el puente del Aare, está recargada de fuentes medievales, de edificios porticados y de torres como la del Reloj, con autómatas que aparecen a las horas en punto.
En la parte baja del casco antiguo, al otro lado del puente que salva las agitadas aguas del Aare, vimos el foso de los Osos (Bärengraben), que irremediablamente, pese a las protestas de los ecologistas, sigue en su lugar año tras año. Muy cerca del foso obtuvimos una buena panorámica del centro de Viena.
Para pasar la noche, decidimos abandonar la capital suiza y marchar 60 kilómetros al norte, a Solothurn. A las afueras de Berna vimos curiosas casas de arquitectura típica suiza. Y también acabamos detenidos varios minutos frente a una barrera automática, esperando que pasara uno de los muchos trenes que cosen la piel suiza.
Afueras de Berna |
Parados en la barrera |
Acabábamos de llegar a una ciudad que también está bañada por el río Aare: Solothurn. Nos hospedamos en el albergue de juventud, levantado junto al río, y con la fresca marchamos a descubrir esta límpida y tranquila urbe de aire afrancesado.
En el núcleo antiguo contemplamos una parte de las murallas, diversas fuentes de agua que parecían fallas y estatuas de personajes ilustres. No vimos turistas que se movieran por sus limpias calles, lo que nos permitió admirar con toda la tranquilidad del mundo la sobria catedral y la fabulosa torre del Reloj, del siglo XII, el principal monumento de Solothurn.
Torre del Rejoj. Solothurn |
Centro de Solothurn |