Plaza de Mayo |
El avión fue bordeando la costa oriental de Sudamérica, frente a las costas de Brasil y Uruguay. Desde la ventanilla contemplé la planicie de Uruguay que se asoma al mar del Plata. Poco después sobrevolábamos Buenos Aires, desde el puerto hasta el interior.
Aterrizamos de buena mañana en el aeropuerto internacional de Eceiza, provenientes de Roma. Tomamos un remís (taxi) y nos instalamos en el hostel Suites Florida, ubicado en el corazón de la ciudad.
Esa mañana, a través de la peatonal y comercial calle Florida, nos acercamos a la plaza de Mayo, que alberga la catedral y la casa Rosada, sede del gobierno argentino. En un lateral de la casa admiramos la estatua de Juan de Garay, segundo fundador de la ciudad, en 1580.
Por la tarde, tras degustar la primera parrillada en un restaurante de la calle Florida, partimos a pie hacia el barrio del Retiro. En la plaza de San Martín vimos la torre de los Ingleses y, tras cruzar la extensa avenida 9 de Julio, continuamos nuestra caminata hasta el barrio de la Recoleta, donde se encuentra la plaza homónima (era día de mercado) y el cementerio de la Recoleta, que no pudimos visitar porque ya había echado el cierre.
El segundo día, tomamos un taxi en la calle Corrientes y nos dirigimos al barrio de La Boca. Nos detuvimos en Caminito, la zona más turística del barrio, cuajada de casas pintadas de vivos colores.
Ese día había mercado y también partido de fútbol. Fuimos precavidos y para sortear a los chorizos que suelen merodear por la zona, nos acercamos en taxi al estadio Boca Juniors o La Bombonera, todo un emblema de Buenos de Aires.
A continuación, el taxista nos dejó en San Telmo, el barrio más bohemio de la ciudad. Visitamos el parque de Lezama, que acoge la estatua de Pedro de Mendoza, el primer fundador de la ciudad, y en el cercano mercadillo de San Telmo compramos algunas camisetas (todavía no nos habían entregado las maletas).
Por la tarde, después de almorzar, tomamos un nuevo taxi y nos dirigimos a Palermo, otro de los barrios que ningún turista que se precie debe omitir. En esta ocasión visitamos algunas calles de Palermo Viejo y al caer la noche, acudimos a cenar una típica parrillada al barrio de las Cañitas.
La última etapa de nuestro viaje austral concluye en Buenos Aires. Una noche en el hostel Suites Florida y un último paseo por el centro de la ciudad, con los árboles en flor como consecuencia de la llegada de la primevera austral, constituyen este efímero paso por la capital argentina.
El avión a Roma partía a las tres de la tarde desde Eceiza. Teníamos la mañana para recorrer el centro de Buenos Aires. Después de desayunar en el hostel nos pusimos en marcha. A través de la calle Florida alcanzamos la emblemática plaza de Mayo, rodeada de edificios simbólicos y decorada con decenas de árboles en flor.
La primavera austral se mostraba en todo su esplendor. Fue maravilloso recorrer la avenida Roque Sáenz hasta el imponente monumento del Obelisco. Caminamos por calles solitarias, sin apenas tráfico, con el viento meciendo las altas copas de los árboles, que ya mostraban incipientes flores de un medroso color azul. Por la avenida 9 de julio nos dirigimos a la plaza Lavalle, sede de los Tribunales, que ese día estaba tomada por cientos de vallas antidisturbios, y por la calle Corrientes alcanzamos nuevamente la calle Florida.
Un taxi nos condujo en media hora hasta el aeropuerto de Eceiza (90 pesos). A las 15,30 partimos hacia Barcelona vía Roma. En pleno vuelo, el piloto anunció que sobrevolábamos Río de Janeiro. El avión realizó un giro hacia la izquierda para que todos los pasajeros pudiéramos avistar la ciudad brasileña desde el aire sin dificultad. Fue una gran maniobra del piloto, sí señor.