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Diccionario etimológico y toponímico
La Habana, barrio a barrio. Cuba   Octubre 2003
ETAPA 1: Cerro I Vedado I Centro Habana I Habana Vieja I La Cruz del Cristo
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Cuba fue el primer país centroamericano que recorrí por mi cuenta a principios de siglo. En dos semanas, bajo el yugo del régimen castrista, y utilizando todo tipo de vehículos: motos, taxis, autobuses Vía Azul (para turistas), autobuses para cubanos, bici-taxis, bicicleta, coches de alquiler y hasta una camioneta (autostop), recorrí el centro y la parte occidental de la isla.

Los tres primeros días los pasé en La Habana, alojado en casa de Víctor y su novia Madeleine, que trabajaba en una tienda estatal. Víctor era un taxista que se ganaba la vida con un destartalado Lada y sus "negocios". Él me ayudó a planificar mi visita a la capital cubana sin omitir ningún rincón: Habana Vieja, castillos, Cruz del Cristo, Vedado, Malecón...


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Centro Habana


Consejos e información útil

  • Si queréis ver lo mejor de Cuba al margen de complejos hoteleros, os aconsejo que hagáis un tour por vuestra cuenta.
  • En toda la isla encontraréis casas de hospedaje particulares con el distintivo nacional. Son económicas, incluyen el desayuno y os darán un trato exquisito, pues están regentadas por familias cubanas.
  • En algunas casas de hospedaje os recomendarán alojamiento para cuando os desplacéis a otras ciudades próximas.
  • Los turistas disponen de autobuses exclusivos (Vía Azul), aunque esporádicamente también podréis tomar autobuses de cubanos.
  • En algunas estaciones de buses puede que os pregunten cuál es vuestro destino. Viene bien responder, por varios motivos:
    • Si son empleados de la estación, os reservarán un alojamiento para cuando lleguéis a vuestro destino. Incluso os vendrán a buscar a la parada del autobús.
    • Si no son empleados, puede que os ofrezcan la posibilidad de realizar el trayecto en taxi a un precio más económico. Si todo va bien llegaréis con mucha antelación al destino.
  • Los taxistas os acercarán a donde les pidáis por unos dólares o euros. Sólo debéis acordar el precio antes de partir.
  • Dejad una buena parte del dinero en los hospedajes, hoteles... Llevad encima lo justo para ese día.
  • Si queréis probar la auténtica cocina cubana, podéis cenar en los hospedajes y también en los paladares.
  • En muchas plazas y parques merodean los "contadores de historias", hombres que suelen aproximarse a los turistas para guiarlos, contarles anécdotas de su pasado y obtener unas propinas. A veces son muy pesados.

Y en cuanto a La Habana:


  • Trayectos:
    - Avión Barcelona-La Habana, vía Madrid.
    1/ Taxi Aeropuerto al hospedaje, en Cerro.
    2/ Taxi al hotel Nacional, al castillo Tres Reyes del Morro y al Cristo.
    3/ Bicitaxi al Callejón de Hammel.
  • Alojamiento: Casa de mi colega Víctor, en Cerro.
  • Lo mejor:
    - Deambular sin rumbo fijo por las calles de la Habana Vieja.
    - Las vistas de La Habana desde la Cruz del Cristo.
    - Pude visitar algunas escuelas de la Habana Vieja.
  • Lo peor:
    - Vi a mucha gente necesitada.
    - Algunos chicos se acercaban para ofrecer servicios de guía o venderte cualquier cosa.



Día 1: Vuelo a Madrid y a La Habana

Aterricé en el aeroperto internacional de La Habana a las siete de la tarde. Unas horas antes había realizado transbordo en Madrid. Durante el vuelo a Cuba conocí a Raudys, una joven cubana residente en Barcelona que regresaba a su país cargada de bolsas con medicinas, ropa... En el aeropuerto me hice pasar por su compañero, de esta manera los guardias no registraron su equipaje.

Víctor, que trabajaba de taxista en La Habana con un vetusto Lada, me esperaba en la terminal portando una cartel con mi apellido. Le presenté a Raudys, cargamos los bártulos y partimos hacia Capdevila Boyeros, barriada de La Habana donde residían los padres de ella. Minutos después, Víctor me condujo a su casa, en la calle San José del barrio de Cerro. Esa noche, su novia Madeleine preparó algo de cena.


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Hospedaje. Barrio Cerro



Día 2: De Vedado a La Habana Vieja

Esa mañana, tras tomar un café con leche y unas tostadas con mantequilla, Víctor me dio una vuelta en su viejo Lada por el centro de La Habana. Le dije que me dejara en el hotel Nacional, situado de cara al mar en el barrio de Vedado. En su interior vi cuadros de huéspedes ilustres, como el Che Guevara, Hemingway o el propio Fidel Castro. En este peculiar edificio construido en 1930 inicié mi periplo a pie por La Habana.

Por la calzada de la Infanta, sobria avenida jalonada de edificios coloniales porticados, accedí al barrio de Centro Habana. El bullicio propio del barrio, amenizado con bici-taxis, almendrones (coches americanos de los años 60) y vendedores ambulantes me trasladó de inmediato a una época pasada. Parecía que la ciudad se hubiera estancado en los años sesenta del siglo XX. La kilométrica calle San Rafael me condujo hasta el Capitolio, sede del gobierno cubano, que se caracteriza por tener una cúpula similar a la del capitolio de Washington. Di una vuelta por la ajetreada plaza, visité la fábrica de puros Partagás y, por el paseo del Prado, el más famoso de la capital, alcanzé el Malecón. A escasos metros, custodiando la entrada a la bahía, se alzaba la fortaleza de San Salvador, del siglo XVI.

Visité el Centro Asturiano y los bares Floridita y Bodeguita del Medio, donde Hemingway se ponía hasta el culo de daikiris y mojitos, y luego penetré en la Habana Vieja, la parte más antigua de la ciudad. Admiré la plaza de la catedral, presidida por la catedral de San Cristóbal y otros edificios aristocráticos del siglo XVIII; caminé por la calle Obispo hasta la plaza de Armas, rodeada de un puñado de casonas barrocas del siglo XVIII, del castillo de la Real Fuerza (1577) y del palacio de los Capitanes Generales. A las siete de la tarde, fiel a mi cita con mi anfitrión en el parque de la Maestranza de Artillería (cerca de la catedral), Víctor subió la bandera y me llevó de vuelta a su casa en su precario taxi.





Día 3: La Habana Vieja

El día siguiente, segundo completo en La Habana, lo dediqué por entero a recorrer a pie la Habana Vieja. Partí a pie de casa de Víctor y, por la calzada del Monte (Máximo Gómez), alcancé la plaza del Capitolio. Desde allí me dirigí a la vieja estación de tren, donde un empleado me aconsejó que si quería visitar la isla sin morir en el intento debía tomar los autobuses para turistas Viazul. "El tren cubano no está preparado para los turistas", me dijo sonriendo.

Desde el Capitolio me dirigí al barrio de Paula para ver la casa natal de José Martí, artífice de la independencia de Cuba. Callejeando por el barrio contemplé el arco, la iglesia y el convento de Belén; la iglesia del Espíritu Santo y la iglesia y el convento de Santa Clara. Por la calle de San Ignacio alcancé la plaza Vieja, una de las más importantes del centro histórico. Construida en 1559, había experimentado una reciente rehabilitación, aunque aún existían edificios medio derruidos.

Cerca de la plaza Vieja visité un colegio de primaria. Me acerqué también a la plaza de San Francisco para ver el convento homónimo, del año 1591, y por el camino, en la calle Churruca, contemplé un viejo vagón de tren reconvertido en museo. Paseé por la calle Oficios, Mercaderes y Obispo, cargadas de edificios históricos; realicé algunas compras en el mercado de libros ubicado en la plaza de Armas y al atardecer me acerqué a la alameda de Paula, el paseo más antiguo de La Habana, del año 1776. Al final del mismo accedí al interior de la iglesia de San Francisco de Paula (1668), que cuenta con una hermosa fachada barroca. En un banco charlé con Nuris, la cuidadora del templo, con la que departí cerca de media hora. Más tarde, siendo noche cerrada, regresé en taxi a mi humilde morada. Esa noche cené en el Alberto's Paladar; rica comida cubana servida a buen precio.





Día 4: Rincones de La Habana

El tercer día completo en La Habana lo dediqué a recorrer algunos enclaves alejados del centro. Me moví a pie por el barrio de Cerro y Vedado para alcanzar, en veinte minutos, la desangelada plaza de la Revolución. Rodeada por la biblioteca Nacional, museos y edificios gubernamentales, la plaza está presidida por una gigantesca estatua de 18 metros de altura dedicada al señor José Martí y por el Memorial José Martí, una torre con forma de estrella de 109 metros de altura cuya cima se alcanza en ascensor.

Abandoné la plaza y me dirigí a la estación de buses interprovinciales (Ómnibus). Obtuve un listado de horarios para viajar a Pinar del Río y Trinidad, y luego me dirigí a la avenida Ayesterán. Descansé junto a una fuente parecida a la de Canaletes, en la Rambla de Barcelona, y por la animada avenida Salvador Allende penetré en Centro Habana para recorrer algunas calles del barrio Chino. A continuación tomé un bicitaxi para acercarme al singular callejón de Hammel, que contiene un vistoso mural de 200 metros de longitud, obra del artista Salvador González, y altares consagrados a la santería. Un póstumo paseo por el achicharrado Malecón me trasladó hasta la fortaleza de Salvador de la Punta. En el paseo del Prado, junto a la emabajada española, almorcé en un bar con terraza.

Dediqué parte de la tarde a contemplar algunos edificios del paseo del Prado (hotel Sevilla, Casino Español...), y a recorrer pausadamente el mercado ambulante de la plaza Maestranza de la Artillería, donde realicé algunas compras. Víctor, mi taxista anfitrión, se ofreció a llevarme al otro lado de la bahía (Casablanca) por el túnel subterráneo. Primeramente visité el castillo de los Tres Reyes del Morro, del siglo XVI, que alberga el Museo Marítimo y disfruta de unas impresionantes vistas del Malecón. Allí conocí a Sofía, una joven empleada que tenía una hermana viviendo en Sant Boi de Llobregat. Me reuní con Víctor y, tras recorrer unos pocos kilómetros por la carretera de la bahía, alcanzamos la Cruz del Cristo, de 18 metros de altura, el lugar ideal para contemplar una exquisita panorámica de La Habana al atardecer.




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