Mogotes de Viñales |
Y en cuanto a Viñales:
Esa mañana, Víctor me acercó en su taxi a la estación de Ómnibus de La Habana. Antes de partir a las nueve en el bus Viazul (12$), una chica se me acercó y me preguntó adónde iba y si tenía alojamiento. "A Viñales; y no, no tengo alojamiento", le respondí. Pues nada, que una tal Sarita me esperaría a mi llegada a la población. Asunto resuelto.
Al abandonar La Habana y tomar la autopista de Pinar del Río vi la exuberante Cuba: verde, repleta de palmeras y campos de cultivo. Entonces comprendí el porqué de la célebre frase "Más se perdió en Cuba" cuando te ocurre un infortunio. A las 10:15 paramos en La Chorrera, un área de servicio provista de un pequeño bar y aseo; pasadas las 11:30 nos detuvimos en la estación de buses de Pinar del Río; y por último, tras cubrir 27 kilómetros de carretera convencional, alcanzamos Viñales.
Autopista La Habana-Pinar del Río |
La Chorrera |
Sarita, una guapa treintañera, me esperaba en la estación de guaguas. Me acompañó hasta Villa Irure, su casa de huéspedes, y por el camino me habló de precios: 15$ por noche, 2$ el desayuno y 7$ la cena. "Me apunto a la cena de esta noche", le dije una vez me instalé en mi espaciosa habitación. No quise perder tiempo, almorcé en un bar de la plaza Principal (Martí) y en la calle Mayor, Salvador Cisneros Betancourt, alquilé una bicicleta a razón de 2,5$ por cuatro horas.
Villa Irure. Viñales |
Partí de Viñales en dirección al valle de San Vicente, un lugar que me pareció mágico: altos mogotes (colinas) cubiertos de vegetación, bohíos típicos (cabañas), guajiros (campesinos) arando o montados en carros tirados por bueyes, campos de tabaco, etc.
Me detuve en la cueva Palenque de Cimarrones, que fue utilizada por esclavos africanos huidos, y cuando cubrí unos seis kilómetros alcancé la Cueva del Indio (5$). Cubrí a pie el primer tramo de la cueva y luego, en compañía de otros turistas, monté en barca para navegar durante 500 metros por el río subterráneo de San Vicente. Fue alucinante.
La segunda parte de la excursión en bici la dediqué a Viñales y su valle, con sus característicos mogotes perfilándose como magnífico telón de fondo. Recorrí la calle principal, Salvador Cisneros Betancourt, y luego tomé la carretera de Minas. A unos dos kilómetros tomé un desvío a la derecha que me condujo, en 4 km al Mural de la Prehistoria, una pintura gigantesca de 180 metros de longitud realizada por el pintor Leovigildo González en 1962 en la pared del Mogote Dos Hermanas. No me gustó lo que vi.
La última hora la empleé en pedalear por la carretera. Pedí agua en un bohío habitado por una familia de guajiros donde Miky, un niño de dos años, era el centro de atención.
Minutos después, me estiré en la cuneta de la carretera para disfrutar del entorno. Sentí que el tiempo se había detenido en los años 50 del siglo XX. Fue una tarde memorable. Esa noche, en Villa Irure, Sarita y su madre prepararon un pescado al horno que resultó delicioso. Fue la guinda a una estupenda jornada.