En el mes de abril, en plena Semana Santa, visité durante cinco días los valles centrales del Pirineo aragonés. Me alojé en Sarvisé, en el valle de Ara, y desde allí acometí diferentes excursiones al Parque Nacional de Ordesa y a otros valles próximos: Canfranc, Tena...
Esta ruta transcurre por las comarcas del Somontano de Barbastro y Hoya de Huesca, en la parte central de la provincia de Huesca. Comienza en Alquézar, a orillas del río Vero, prosigue con una pequeña parada en Huesca y finaliza en Loarre, uno de los castillos más impresionantes de España.
Río Vero. Alquézar |
En las estribaciones de la sierra de Guara, encaramada en lo alto del cañón del río Vero, se yergue la villa medieval de Alquézar, una de las joyas arquitectónicas de Aragón. Paseando por sus calles empedradas o por su plaza porticada se puede alcanzar el castillo y la colegiata, y si se desciende hasta el fondo del cañón, podréis realizar una excursión por un tramo del río Vero acondicionado con pasarelas metálicas.
En algunas ocasiones, cuando me acerco al Pirineo oscense, suelo detenerme en Huesca, la antigua capital del reino de Aragón. Dar una vuelta por el casco viejo, entre la catedral y la iglesia de San Lorenzo, o almorzar en un buen restaurante, forma parte de la breve estancia. Un punto y aparte merecen las estupendas fiestas de San Lorenzo, de las que di buena cuenta años atrás.
En cuanto a castillos deslumbrantes, Loarre es uno de ellos. Encaramado sobre un roquedal que domina toda la comarca, se trata del mejor castillo románico que se conserva en España. Levantado en el siglo XI para proteger el primigenio reino de Aragón de los moros, cuenta con un recinto amurallado de 170 metros de perímetro, y en su interior, entre altas torres, hay una iglesia románica y una cripta. Por todo ello, la fortaleza se ha utilizado para filmar escenas de algunas películas, quizá la más conocida sea "El Reino de los Cielos".
Ordesa es el valle más concurrido y visitado de los cuatro que conforman el Parque Nacional. Para mí era la tercera vez que ascendía a la Cola de Caballo (la segunda con la parte superior del sendero cubierto de un manto blanco) y las expectativas se vieron colmadas de sobras. La nevada que cayó durante el descenso puso la guinda a cinco horas de alegre caminata por el fondo de uno de los valles más maravillosos del Pirineo.
(Ver topónimo de Mt. Perdido).
Monte Perdido desde Soaso |
En Semana Santa, el acceso al valle de Ordesa está restringido a los vehículos. Una flota de autocares unen Torla con la Pradera de Ordesa cada pocos minutos a un precio razonable. En Torla hay un gran aparcamiento ubicado junto al río Ara y la parada del bus está a pocos pasos.
En la Pradera de Ordesa tomamos el camino principal o de Soaso, que discurre por el fondo del valle. Dejamos a la izquierda el circo de Cotatuero y al penetrar en el hayedo contemplamos las maravillosas cascadas de Arripas, La Cueva y el Estrecho, y más arriba, las sorprendentes cascadas de las gradas de Soaso, que parecen estar creadas por manos divinas. Poco a poco la nieve se hacía dueña y señora del paisaje y, una vez superados los últimos hayedos, cubrió todo el camino, sobre todo en el circo de Soaso.
La cascada de la Cola de Caballo, a 1.850 metros de altitud, puso el punto final al ascenso. A 350 metros por encima del circo de Soaso teníamos el refugio de Góriz, pero las condiciones climatológicas desaconsejaron auparnos hasta él.
Tras la obligada parada para almorzar junto a la cascada, reemprendimos el regreso a la Pradera de Ordesa, eso sí, bajo una fuerte nevada que a ratos nos impedía ver más allá de nuestras narices. En algunos tramos la nieve acumulada alcanzaba los 40 o 50 centímetros y nos hubiera hecho falta unas buenas raquetas de nieve.
El tercer día lo dedicamos a descubrir el valle de Canfranc, en la Jacetania, y el valle de Tena en el Alto Gállego. Nos dimos un buen tute de coche, pues quisimos acaparar lo máximo posible en una sola jornada. Y vimos mucho: San Juan de la Peña, Jaca, Canfranc-Estación, Lanuza, Sallent y Baños de Panticosa.
Canfranc-Estación |
Esta larga ruta por los valles de Ara, Canfranc y Tena comienza en Sarvisé, en el valle de Ara. Los primeros kilómetros transcurren entre esta población y el puerto de Cotefablo, fronterizo con la comarca del Alto Gállego.
Casa de Colonias El Chate |
Sarvisé |
La segunda parada en el valle de Ara fue en Broto, la población más importante y capital del valle homónimo. Aquí os recomiendo que os asoméis al puente del Ara, tendréis unas vistas impresionantes de los farallones rocosos que preceden al Parque Nacional de Ordesa. También os recomiendo que os acerquéis a la cascada doble del Sorrosal, proveniente de un barranco próximo. El salto de agua es impresionante.
Puente del Ara. Broto |
Cascada El Sorrosal. Broto |
En Broto tomamos la antigua carretera N-260 (la nueva discurre entre Fiscal y Sabiñánigo) hasta el puerto de Cotefablo, a 1.423 metros de altura, fronterizo entre las comarcas del Sobrarbe y el Alto Gállego.
Puerto de Cotefablo |
Puerto de Cotefablo |
Descendimos el puerto de Cotefablo hasta Biescas y proseguimos hacia el oeste por la comarca del Alto Gállego, hasta enlazar con la comarca vecina de la Jacetania, una de las cunas del reino de Aragón. Pasamos por Jaca y, siguiendo el cauce del río que dio nombre a la comunidad aragonesa, alcanzamos el desvío que nos condujo al monasterio de San Juan de la Peña. Por cierto, esta carretera posee un par de miradores que brindan vertiginosas panorámicas del Pirineo axial.
San Juan de la Peña es un viejo monasterio ocultado por el bosque y la oquedad de la peña de la sierra de San Juan que se construyó en el año 1071. Si se visita en Semana Santa, como me ocurrió a mí, probablemente tendréis que hacer bastante cola, pero su suntuoso interior, provisto de claustro, un panteón y dos iglesias (la inferior, subterránea, es la primitiva), bien merece la pena.
La ruta por el valle de Canfranc continúa por Jaca, la capital de la comarca de la Jacetania, emplazada frente a la peña Oroel, de 1.769 metros de altitud. Jaca es una de las mayores y más cosmopolitas ciudades de todo el Pirineo. En su apretado casco antiguo destacan la Torre del Reloj, el Ayuntamiento, la catedral (s. XI) y, algo más retirado, la Ciudadela.
El valle de Canfranc, que forma parte del Camino de Santiago, está recorrido por la vía internacional que une Jaca con Canfranc y Francia, aunque en la actualidad ya no hay servicio bajo el túnel ferroviario que atraviesa los Pirineos. Una de las zonas más atractivas de la cabecera del valle lo constituyen los senderos de alta montaña que llevan a hermosos ibones y praderas, como el ibón de las Truchas o los ibones de Anayet, en la canal Roya. Pero a nosotros, que íbamos mal de tiempo, sólo nos quedó el placer de descubrir la estación internacional de Canfranc, de monumental estilo modernista, inaugurada por Alfonso XIII en el año 1928. Bajo una intensa nevada, recorrimos los viejos andenes de este melancólico y vacío escenario, repleto de vagones desvencijados. La estación, perfectamente integrada en el paisaje, tiene tantas ventanas y óculos como días del año.
El valle de Tena comprende la parte alta del río Gállego y, junto al Serrablo, forma parte de la comarca del Alto Gállego. Penetramos en el valle por la carretera A-136, vía Biescas, remontando el río Gállego por su margen occidental. Minutos más tarde llegamos al mirador del embalse de Lanuza, cuya construcción obligó a desalojar y abandonar el pueblo del mismo nombre. Lanuza, a pesar de su estado ruinoso, conserva un compacto conjunto arquitectónico que se refleja en el embalse que un día acabó con su vida.
Río Gállego arriba, en los dominios de la estación de esquí de Formigal, alcanzamos Sallent de Gállego, pintoresco pueblo de alta montaña ubicado a 1.300 metros de altitud, a 12 kilómetros de la frontera francesa. Sallent destaca por su puente medieval, por su arquitectura popular y por su iglesia parroquial, de estilo gótico montañés tardío.
Al sur de Sallent, en el valle de Caldarés, se encuentra Panticosa, villa que alberga la estación de esquí del mismo nombre. Y a ocho kilómetros, río Caldarés arriba, se encuentra el balneario de Panticosa. La carretera, retorcida y repleta de curvas en herradura, tenía las cunetas cubiertas de nieve; sin embargo, el abundante manto blanco no nos impidió llegar a nuestro objetivo. Al final de la ruta, a una altitud de 1.640 metros, junto al helado ibón de los Baños, dimos con las instalaciones de aguas termales, cuyas aguas ya eran conocidas en tiempos de los romanos. La nieve que caía a última hora de la tarde puso la guinda a este maravilloso lugar.
Al caer la noche regresamos a Sarvisé por la antigua carretera N-260 (la nueva discurre entre Fiscal y Sabiñánigo), atravesando el puerto de Cotefablo y la villa de Broto.
La parte superior del valle de Pineta forma parte del Parque Nacional de Ordesa y Monte Perdido desde 1982. Su cabecera tiene uno de los paisajes más espectaculares del Pirineo: picos Astazu, Marboré, Monte Perdido y Soum de Ramond, además de glaciares y lagos como el Marboré.
(Ver topónimo de Mt. Perdido).
Circo de Pineta |
El valle de Pineta se encuentra al este del Parque Nacional de Ordesa y está recorrido por el río Cinca. Se accede a él desde Bielsa y es famoso por acoger el circo glaciar de Pineta y el Parador Nacional de Bielsa, un edificio exquisitamente situado junto al río Cinca.
En la pradera de Pineta tomamos la pista, cerrada al tráfico, que parte antes de llegar al Parador de Turismo. El camino bordea el Circo de Pineta en una suave ascensión que nos depara bellas vistas del valle. Cruzamos el puente que salva el río Cinca en su descenso por el Balcón de Pineta y más adelante cruzamos un segundo puente que salva el barranco Bispeta, hasta alcanzar la parte superior de las cascadas de Lalarri.
En este punto existen dos opciones: auparse hasta los llanos de Lalarri o, como hicimos nosotros por ir justos de tiempo, descender al Parador Nacional por el sendero que discurre entre el bosque, en paralelo a las numerosas cascadas que forma el río de Lalarri. Esta maravillosa ruta nos brindó un bonito espectáculo de aguas correntosas precipitándose al vacío en continuos saltos.
Al llegar a la pradera de Pineta, en ausencia de puentes, nos vimos obligados a vadear el río Cinca brincando entre los guijarros que sobresalían del agua. La pradera fue el lugar ideal para almorzar y descansar.