El Cadí desde Arànser |
Esa mañana habíamos visitado las Fuentes del Llobregat y Castellar de N'Hug, en la vecina comarca del Berguedà. Desde Castellar tomamos la estrecha carretera que sube hasta el coll de la Creueta, a 1.880 metros de altitud.
El puerto de la Creueta une el Berguedà con las comarcas de la Cerdaña y el Ripollés. Era el mes de abril y la nieve cubría buena parte de las cimas, no así la carretera, que estaba abierta al tráfico.
Desde el puerto avistamos los altos picos de la sierra del Cadí, como el Pedraforca, y del Pirineo axial, como el Puigmal, cima de casi tres mil metros de altitud que limita con la vecina Francia.
Entramos en la Baja Cerdaña a lo grande, visitando la popular estación invernal de La Molina, especializada en esquí alpino. A esta estación, y a la de Nuria, se puede llegar en ferrocarril.
A principios de siglo no se hablaba mucho de cambio climático, pero estábamos en el mes de abril y, echando un vistazo a las pistas, resultaba evidente la falta de nieve. El hecho de que esta estación tenga muchas pistas por debajo de los dos mil metros, sumado a la falta de nevadas y al aumento de las temperaturas, hace que el futuro para La Molina no sea muy halagüeño.
Descendimos a la plana de la Cerdaña por una carretera local que finalizaba en Alp, pueblo que, gracias a las estaciones de esquí de La Molina y La Masella, cuenta con una gran infraestructura hotelera.
Pasamos brevemente por Puigcerdà, y a media tarde nos pusimos de nuevo en ruta por la N-260, la Nacional de los Pirineos. Nuestro alojamiento se hallaba en Aránser, muy cerca de la comarca del Alt Urgell, y antes de llegar quisimos realizar un par de visitas. La primera fue en Bellver de Cerdanya, villa medieval ubicada junto al río Segre que destaca por su pintoresco barrio antiguo y por las sendas que penetran en el Parque Natural del Cadí-Moixeró.
A continuación seguimos una carretera local que nos llevó hasta Santa Eugenia, pequeño núcleo que destaca por el original campanario de su iglesia parroquial, que tiene una inclinación notable. Por esto es conocido como "la Torre de Pisa de la Cerdanya".
A partir de Martinet, pueblo levantado junto al Segre, tomamos la LV-4036, estrecha carretera que asciende vertiginosamente por la ladera de la montaña. A nuestras espaldas teníamos el mejor mirador de la sierra del Cadí, que a mediados de abril exhibía un buen manto de nieve.
Transcurridos 4,6 kilómetros de azarosa subida, alcanzamos Arànser, pequeño pueblo situado al oeste de la Cerdaña, a 1.493 metros de altitud. Bañado por el río Aransa, destaca por su iglesia románica y por las fenomenales vistas de la sierra del Cadí.
Nos alojamos en la casa rural Cal Mariano, en régimen de media pensión, y acertamos de pleno, porque resultó ser el lugar perfecto para descubrir la Cerdaña. El desayuno era excelente, al igual que la casa, con su salón provisto de cómodos sillones donde poder descansar tras las maratonianas jornadas en coche.