Desierto Wadi Rum |
Partimos de Wadi Musa a primera hora de la mañana. Al dejar atrás los hoteles paramos en la cuneta para ver las montañas de Aarón, una parte de las cuales rodean la ciudad de Petra.
Quince minutos después, a la altura de Ar-Rajif, nos asomamos a un mirador ubicado junto a la carretera, a una altitud de 1.350 metros. Desde allí arriba contemplamos una fantástica panorámica de todas las tierras que se abrían hacia occidente, más allá del Wadi Araba (valle que une el mar Muerto con el mar Rojo), un territorio que pertenece a Isarel o Palestina, según proceda.
Mirador Monte Aarón |
Mirador Ar-Rajif |
La ruta 35 nos llevó hasta el empalme con la autovía 15, que une Ammán con Aqaba. Cuando faltaban unos treinta kilómetros para llegar a Aqaba, principal puerto jordano en el mar Rojo, dejamos la autovía y tomamos el desvío que llevaba a Wadi Rum, una carretera asfaltada de un carril por sentido que estaba en buen estado.
Antes de llegar al Centro de Visitantes, cruzamos la vía férrea que une Ammán con el mar Rojo a través del desierto y que se utiliza únicamente para el transporte de minerales y mercancías. Tuvimos la suerte de ver un largo convoy.
En el aparcamiento del Centro de Visitantes de Wadi Rum nos aguardaba nuestro siguiente transporte: un Nissan 4x4 de color blanco con asientos al descubierto en la parte trasera con capacidad para cuatro personas.
Las siguientes horas nos movimos por el desierto en busca de lugares increíbles. Vimos curiosas formaciones rocosas, enormes dunas de arena, beduinos con sus camellos y sorprendentes montañas, como la que inspiró a Lawrence de Arabia en su libro “Los siete pilares de la sabiduría”. En algunas zonas contemplamos algunas inscripciones grabadas en la piedra por los tamudeos, pueblo emparentado con los nabateos. Fnalmente, concluimos la visita al desierto tomando un rico té en una haima plantada al pie de dos altas montañas rocosas.
Al finalizar la excursión en 4x4, el guía Samir nos condujo al Centro de Visitantes de Wadi Rum. En su interior, como cabía esperar, vimos maquetas y mapas del desierto, audiovisuales, fotos... Una sala estaba dedicada a la fauna local y en otra pudimos ver imágenes de las antiguas pinturas realizadas por los pueblos indígenas, algunas de ellas la habíamos visto in situ esa misma mañana.
Marchamos de Wadi Rum poco antes de la una, bajo un calor asfixiante. Nos incorporamos a la autovía 15 en dirección norte, hacia Ammán, y unos kilómetros antes de llegar a la población de Al-Qatrana, nos detuvimos a comer en un área de servicio. Pasadas las cinco de la tarde, tras ser testigos de un fenomenal ocaso y de observar atónitos cómo transportaban un dromedario en una camioneta, entramos en Ammán.
Un pasajero jorobado |
Campos jordanos al ocaso |