A mediados de los noventa, junto a mi hermana Raquel y mi amigo Isidoro, crucé el estrecho de Gibraltar con la intención de descubrir Marruecos. Fueron diez días en los que visité las principales ciudades alauitas a bordo de eficientes trenes. Eso sí, para la cordillera del Atlas, reservada a los pueblos bereberes, montamos en un estupendo todoterreno. Este viaje está narrado en mi segundo libro: " Raíles 2: Estambul y Marrakech".
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![]() Plaza Jemaa el Fna (Marrakech) |
Este viaje de quince días en tren comienza en Barcelona. Después de cruzar España de norte a sur, embarcamos a Marruecos desde el puerto de Algeciras. La primera etapa en suelo marroquí transcurre en Tánger, agitada ciudad que vive a caballo entre el océano Atlántico y el mar Mediterráneo, y que se mira en el espejo de Europa más que en el de África.
Dos ciudades atlánticas copan las dos siguientes jornadas: Casablanca y Tánger. En la primera admiramos la gran mezquita, emplazada junto al Atlántico, y en la segunda descubrimos su fastuosa medina, la torre de Hassan y el imponente mausoleo de Mohamed V.
Tres días estuvimos en Marrakech, la ciudad que se vanagloria de dar nombre al país y de ser la puerta de entrada al Alto Atlas. Pasear por la medina, visitar palacios, descubrir la fascinante plaza Jemaa el Fna o relajarnos en la Menara, entre cientos de palmeras, fueron algunas de las actividades que no quisimos perdernos.
Texto extraído de mi libro: Las opciones que teníamos de llegar al valle de Ourika, en el Alto Atlas, pasaban por encontrar un transporte; el problema era que no teníamos muy claro dónde conseguirlo. Camino de la plaza Jemaa el Fna....
Texto extraído del libro: "Fez y Mequínez, emplazadas en pleno corazón de Marruecos, forman parte de estas hermosas tierras asentadas a los pies del Atlas Medio, con montañas que alcanzan una altitud máxima de 3.340 metros, donde las aguas de los ríos irrigan un vasto territorio salpicado de pequeñas aldeas." En Fez sucumbimos ante la belleza de sus dos medinas, Fel el Jedid y Fez el Bali; y en Mequínez descubrimos su impresionante muralla, que encierra una no menos interesante medina, plagada de puertas monumentales.
Regresamos a España cruzando nuevamente el estrecho de Gibraltar, entre Tánger y Algeciras, con anécdota incluida antes de embarcar. Esa misma tarde, tras subir al penúltimo tren de la jornada, visitamos Ronda, ciudad malagueña enclavada en lo alto de un profundo tajo.