Puerta Baja de Daroca |
Gallocanta y Daroca están unidas por una sinuosa carretera de montaña que, en un prolongado descenso, salva la abrupta cordillera Ibérica por el puerto de Santed (1.153 m). Esa mañana, debido a la lluvia y a la persistente niebla, el descenso fue, si cabe, más peligroso. Llegados al cauce del río Jiloca la lluvia cesó y cuando aparcamos el coche en Daroca, cerca de la monumental Puerta Baja, todos miramos al cielo con la esperanza de que no nos aguara el resto de la jornada. Y tuvimos suerte.
La Puerta Baja es una de las entradas monumentales más imponentes de España. Grandiosa en toda la extensión del término, dispone de enormes torreones flanqueando un amplísimo arco de anchura sin igual y que tiene sentido para dar salida a las aguas de las tormentas que se ciernen periódicamente sobre la ciudad.
La Puerta fue en origen, quizás en el siglo XIII, un simple arco defendido por una torre. En el siglo XIV se modificó la entrada, levantando una torre sencilla con vanos ojivales. Hacia 1451 se levantaron las dos torres que flanquean el arco; Ya en el siglo XVI se rebajó el arco de acceso y se colocó el escudo imperial de Carlos V. Fue rehabilitada entre los años 1987 y 1988 por la Escuela Taller de Daroca para ubicar el Centro de Estudios Darocenses.
La Puerta Baja. Extramuros |
La Puerta Baja. Intramuros |
Se trata de uno de los pocos ejemplos de fuente monumental conservados en Aragón y uno de los casos modélicos en los que la función de elemento urbano generador y modificador de espacio se aprecian con mayor claridad.
La fuente se construyó en el año 1639, años más tarde que las obras realizadas en la Puerta Baja a la que acompaña para configurar una entrada triunfal a la ciudad. Aunque su ubicación actual desmiente un poco este concepto, pues se encontraba enfrente del convento de San Marcos.
Daroca destaca por su patrimonio arquitectónico, basado en el mudéjar y en los restos de la muralla, que rodean la villa con las dos principales puertas (Puerta Baja y Puerta Alta) unidas por la calle Mayor.
Daroca transmite la sensación de señorío. Tiene bonitas balconadas y fachadas con las que recrearse, no obstante, compartir la calle con los vehículos lo hace un pelín arriesgado.
De su época de esplendor conserva un legado de más de doscientos edificios catalogados, entre los que destacan hermosas casas señoriales como el palacio de los Luna, la antigua Casa de Canónigos, el palacio de Gil Bernabé, o el antiguo Hospital de Santo Domingo, actualmente sede del Museo de la Historia y las Artes.
Nuestro paseo por la calle Mayor concluyó en la plaza de Santiago, ubicada en el corazón del centro histórico. Comenzó a caer un ligera llovizna, momento que aprovechamos para realizar algunas compras en una panadería.
En la porticada plaza de España, anexa a la de Santiago, se encuentra la basílica de Santa María, donde se conservan los Sagrados Corporales, testigos del milagro acaecido en la ciudad en el siglo XIII, cuando unas sagradas formas sangraron misteriosamente durante un inesperado ataque musulmán.
Nombrada Colegial en el año 1377, es Basílica desde 1890. Su primitiva fábrica fue románica, pero se amplió y remodeló en repetidas ocasiones durante la época gótica, rehaciéndose casi por completo, a la vez que se cambiaba la orientación de su cabecera a fines del siglo XVI.
Asentada muy probablemente sobre una de las antiguas mezquitas de la ciudad musulmana, su construcción se inició a mediados del siglo XII, a la vez que la iglesia de San Miguel y la parte primitiva de la iglesia de Santo Domingo. Los tres templos se concluyeron en el siglo XIII con técnicas mudéjares.
A la época musulmana pertenecen los restos de cimentación que aparecen en el muro sur, cerca de la portada, donde se aprecia la piedra irregular y blanquecina.
La iglesia de San Juan, por estar en lo alto de un cerro, os permitirá contemplar algunos tramos del recinto amurallado más extenso de Aragón. Se trata de 114 torreones dispuestos a lo largo de los cerca de cuatro mil metros de trazado amurallado que rodea la ciudad.