Puerta de Brandenburgo |
El trayecto en tren a Berlín comenzó en Copenhague, la capital danesa, de donde partimos al caer la noche. Esa madrugada cruzamos el mar Báltico en ferry, con los vagones del tren en la bodega, y al llegar a Rostock, el portón del barco se atascó. Esto originó que nos presentáramos en Berlín a mediodía, a bordo de un tren que acumuló más de tres horas de retraso.
Berlín cuenta con una red de metro elevado que vertebra todos los barrios de este a oeste, el S-Bahn. Esta línea nos condujo hasta el parque Tiergarten, uno de los pulmones verdes de la ciudad. En la avenida 17 de junio, la médula espinal de Tiergarten, contemplamos diversos monumentos conmemorativos. Uno de ellos fue la columna Siegessäule (de la Victoria), construida en 1874 en recuerdo de la victoria de Prusia sobre Dinamarca.
Y al final de la avenida 17 de junio, fuimos a parar a la Puerta de Brandenburgo, construida en 1734 como parte de la muralla de la ciudad. Era la sengunda vez que la contemplaba. Y a diferencia del año 1991, su parte superior ya exhibía la restaurada cuadriga.
Al otro lado de la puerta de Brandenburgo, en el antiguo sector oriental de la ciudad, se abría la avenida Unter der Linden, que une la plaza de París con Alexanderplatz. Esta avenida concentra importantes edificios, como la catedral berlinesa y palacios reconvertidos en museos.
La larga caminata por Unter der Linden concluyó, a última hora de la tarde, en la emblemática Alexanderplatz. Esta plaza, situada en el corazón del Berlín oriental, exhibe la torre de Telecomunicaciones, uno de los emblemas del antiguo régimen comunista.
Al día siguiente, a primera hora, partimos en tren de Berlín en dirección norte, hasta la ciudad de Oranienburg. En un apartado rincón de este municipio, tras caminar por desangeladas calles ancladas en el pasado, localizamos el campo de concentración nazi de Sachsenhausen.
En su interior descubrimos con horror las atrocidades que cometieron los nazis sobre personas de diferente índole y condición. Mi colega Isidoro y yo salimos muy afligidos de este enorme cuadrilátero. Sólo tomé una foto del lugar, un obelisco erigido en recuerdo de las víctimas.
No era nuestra intención, pero el tren que tomamos en Oranienburg de vuelta a Berlín, realizó un rodeo por el oeste de la capital, y nos condujo hasta Potsdam, una de las ciudades más glamurosas de Alemania. Poco después, un tranvía nos acercó hasta el centro de Potsdam, donde descubrimos interesantes edificios palaciegos, además de la catedral.