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![]() Lago Alster |
La estación Central de ferrocarril se encuentra entre el centro histórico de Hamburgo y el Alster, inmenso lago cercado por un cinturón de árboles, que supone, junto a canales, ríos y parques, un auténtico pulmón verde para la ciudad.
A orillas del reposado lago Alster, rodeados de patos que se arrimaban con cautela a la espera de recoger alguna migaja, fue donde tomamos el primer bocado de la mañana. El lugar era maravilloso. Las aguas del lago, reposadas en ausencia de viento, eran un espejo donde se reflejaban las altas torres de las iglesias.
Hamburgo se fundó en el estuario del río Elba, en la confluencia de este con el lago Alster. Su núcleo urbano, o Alstadt, se extiende alrededor de la fortaleza establecida por Carlomagno a principios del siglo IX. Nada queda de aquel primitivo asentamiento. Por calles de nueva factura, fuimos a parar al Ayuntamiento, un robusto edificio del que sobresalía su esbelto campanario.
Cerca del Ayuntamiento vimos las ruinas de San Nicolai, iglesia que resultó bombardeada en la Segunda Guerra Mundial, y avanzando hacia el sur, nos topamos con la iglesia de San Pedro, coronada por otro esbelto campanario.
Después de tomar un rápido almuerzo bocadillero en una plaza del Alstadt, pasamos por el puerto de Hamburgo. Vimos el curioso acceso (de forma circular) a un túnel subterráneo que salvaba las aguas del río Elba. Y a continuación realizamos una breve incursión en el parque Wallanlagen, un pequeño remanso de paz cuajado de fuentes, que nos vino muy bien para remojar nuestros cansados pies.
Partimos de Hamburgo a media tarde, en el interior de un Intercity con destino a Copenhague. Llegados al mar Báltico, el tren fue introducido en la bodega de un ferry y, tras media hora de travesía, entramos en territorio danés.