Ocho kilómetros por una estrecha carretera salpicada de curvas de herradura separan Barruera de Durro. Uno de sus tramos brinda una excelente panorámica del valle de Boí, con Barruera en el fondo del mismo.
Al final de la vía hallaréis un aparcamiento gratuito. Conviene dejar aquí el coche e iniciar la visita al municipio a pie. La calle de Sant Quirc es una buena opción para adentrarse en la pequeña trama urbana que conforma Durro.
Durro fue municipio independiente hasta 1965, cuando quedó integrado en el de Valle de Boí, con cabecera en Barruera. Su nombre, como el resto de los pueblos del Pirineo, es de origen euskérico; haría alusión a los arroyos y a los muchas fuentes que abastecen al municipio.
Enclavada en el centro del pueblo se halla la iglesia de la Natividad, románica del siglo XII. Está declarada Patrimonio Mundial de la Humanidad, lo que da testimonio de la importancia que tuvo el pueblo.
Destacan las grandes proporciones de la nave, el campanario, la portada esculpida y el porche. Las transformaciones realizadas entre los siglos XVI y XVIII aportan al templo nuevos espacios, como las dos capillas góticas o la sacristía barroca.
Esta esbelta iglesia se compone de una sola nave y está coronada por un ábside semicircular, que fue sustituido más tarde por un anexo en forma de trapecio (en la actualidad cumple la función de sacristía).
La iglesia presenta la tradicional cobertura con bóveda de cañón dividida por arcos. La torre del campanario, de cinco pisos de altura y una excelente decoración lombarda, es una de las más espectaculares del valle.
Iglesia de la Natividad |
Campanario y cementerio |
Un porche con arcadas flanquea toda la fachada meridional de la iglesia. Aquí veréis un sencillo conjunto escultórico, con el bajorrelieve de un crismón rodeado de motivos zoomórficos y alguno vegetal, detalles que también se pueden apreciar en los capiteles de la portada, junto con representaciones animales.
Fue una pena, pero sólo pudimos admirar esta joya del románico por fuera (esa mañana estaba cerrada al público). Y de entrada, me llamó la atención su escasa decoración.
Junto a la iglesia, como ocurre en los pueblos del Pirineo, se encuentra la plaza Mayor, un espacio de encuentro de los partisanos que también sirve de aparcamiento de coches. Siendo este un "pueblo bonito de España", el consistorio debería prohibir el estacionamiento.
Un torrente de aguas limpias y cristalinas, procedentes del Barranco de Almineres, atraviesa Durro por uno de sus costados. El rumor del agua al precipitarse montaña abajo os embriagará.
Torrente de Almineres |
Torrente de Almineres |
A las afueras de Durro, tras sortear el barranco de Almineres, comienzan los dos kilómetros de pista (apta para coches) que conduce a la ermita de Sant Quirc, de estilo románico. Es una de las excursiones estrella del pueblo, que se recomienda cubrir a pie (se tarda una media hora).
Una visita a Durro debe incluir el Barrio Alto, que conserva sus calles empedradas y sus casas típicas de la zona. Accederéis a él por el puente que cruza el torrente de Almineres.
En el barrio Alto veréis muchas casas centenarias, caracterizadas por sus tejados negros de pizarra, por sus fachadas de piedra y madera, y por el sosiego que se respira cuando se camina por sus estrechas callecitas.
La calle del Pósol vertebra la zona alta de Durro. El tramo central de esta vía pasa bajo las casonas a través de un sombrío pasaje, en cuyo interior se localizan las puertas de acceso a las viviendas.