El último día, por la tarde, tomábamos el vuelo de regreso a Barcelona con escala en Madrid. Teníamos la mañana libre para disfrutar de buenas playas o para visitar Arrecife, la capital de la isla, opción que tomamos nosotros.
Arrecife
TOPÓNIMO: Joan Corominas, en su libro "Breve diccionario etimológico", afirma que Arrecife viene del árabe rasif: "firme, camino". Y yo me pregunto, ¿qué tiene que ver un camino o un firme con un conjunto de piedras? La lengua euskérica que se hablaba en la Península hace miles de años nos da una solución más acertada:
ARRI = "piedra, pedregal" + TZI = "abundante" + IF/FA = "forma arcaica de llamar al agua".
ARRITZIF > ARRECIFE sería "una montonera de piedras que sobresalen en el agua", que es precisamente el tipo de rocas que abundan frente a la capital lanzaroteña.
Puede que el nombre de la ciudad se lo pusieran los españoles hace 500 años, cuando conquistaron las Canarias, o quizá la bautizaron así los primigenios guanches, pueblo que habitó las islas y que debió emplear una lengua ancestral emparentada con el vascuence. No es casualidad que existan tantos topónimos euskéricos en todo el archipiélago.
Antes de volar de regreso a la península realizamos una visita a Arrecife, la capital de la isla, que debe su nombre a la feroz costa llena de espigones sobre la que se asienta. Unas noches antes habíamos cenado en un local del casco histórico, descubriendo algunos rincones de la villa, pero nos faltaba acercarnos al paseo Marítimo a plena luz del día.
Dedicamos las últimas horas en Lanzarote a visitar dos fortificaciones levantadas junto al mar: los castillos de San José (convertido en museo y restaurante) y el de San Gabriel, ubicado al final de un largo espigón, que acoge el célebre puente de Las Bolas.
Aeropuerto de Arrecife
A mediodía devolvimos el coche en el aeropuerto de Arrecife y un par de horas más tarde volábamos a Barcelona vía Madrid. Mi hermana, que volaba una hora después directamente a Barcelona, tomó una foto de mi aeroplano.