El Toboso debe su fama y su principal atractivo a la novela cervantina que atrae a visitantes de todas partes del mundo, como atrajo entre otros a Benito Pérez Galdós, siguiendo los pasos de Don Alonso.
Dulcinea nos abre camino entre las calles que tienen inscripciones de la novela como si de una gimcana se tratara para llegar a la que se supone su casa, Casa Museo de Dulcinea, al Museo Cervantino o al Museo del Humor Gráfico Dulcinea, centros neurálgicos donde se recoge la esencia de la insigne obra maestra de la literatura universal.
Pero lo que busca el turista que llega a El Toboso es la Casa Museo de Dulcinea, del siglo XVI, conocida desde antiguo como "Casa de Torrecilla" por estar coronada por una torre.
La casa está declarada como Monumento Histórico-Artístico. Dice la tradición que fue propietaria de la misma Ana Martínez Zarco de Morales, que Cervantes inmortalizó con el nombre de Dulcinea (Dulce Ana).
El edificio mantiene parte de su estructura original del siglo XVI y, a pesar del tiempo transcurrido y las alteraciones experimentadas a lo largo de los siglos, conserva en líneas generales los caracteres de la casa manchega de un hidalgo, con sus diversas dependencias: salón, cocina, despensa, alcobas, molino, bodega, patios, corrales, pozos, etc.
Una alcoba de la casa |
El baño de la casa |
De hecho, su interior recrea la vida de una casa de hidalgos ricos de la época cervantina. Veremos cerámica, cestería, hierros y cobres de cocina; tinajas y desgranadoras de uva en la bodega; un molino con tolva; aperos de labranza y caballería; enseres para la elaboración de quesos; mobiliario del siglo XVII...
Pasear por el patio os trasladará literalmente al medievo; de alguna manera os sentiréis protagonistas de la novela quijotesca. Veréis un carro, una galera y una insólita prensa de aceite con viga de 15 metros.