En el centro histórico es muy complicado estacionar, por lo que os recomiendo que dejéis el coche en un aparcamiento subterráneo. Nosotros lo aparcamos al inicio de la rúa do Príncipe, avenida peatonal donde podréis realizar todo tipo de compras.
La peatonal y comercial rúa do Príncipe nos condujo hasta la Porta do Sol, la antigua puerta de la muralla. Estamos en una de las plazas más importantes de Vigo, ya que da acceso al casco viejo.
En la Porta do Sol destaca el Sireno, el monumento de Vigo por excelencia. Obra del escultor gallego Francisco Leiro, es uno de los símbolos del Vigo moderno, impresionante por su factura y por el elevadísimo pedestal sobre el que se sitúa la estatua. Fue instalado en 1991.
Desde la Porta do Sol accedimos al Casco Vello, el corazón histórico de Vigo. Sus calles empedradas, plazas encantadoras y edificios antiguos conservan el encanto de épocas pasadas.
En el Casco Vello no debéis perderos la plaza de la Constitución, centro neurálgico del casco antiguo, rodeada de casas tradicionales con soportales; la calle de las Ostras (Rúa Pescadería): un lugar emblemático para degustar ostras frescas servidas por las famosas ostreras; y el mercado de A Pedra, ideal para comprar recuerdos y productos locales.
De camino al puerto deportivo, al salir del Casco Vello, fue más fácil contemplar las altas torres de la concatedral de Santa María, iglesia de estilo neoclásico levantada en el siglo XIX.
Vigo es conocido por su puerto, uno de los más importantes de Europa. Desde el casco viejo podréis acceder fácilmente al puerto deportivo. Aquí encontraréis buenos restaurantes.
El paseo marítimo del puerto deportivo es ideal para ver los barcos de pesca y de recreo, en constante actividad. Y al fondo de la ría, podréis avistar el puente de Rande.
No entraba en nuestros planes, tomar el ferry y cruzar la ría de Vigo hasta la vecina Cangas de Morrazo. Pero al pasar frente a las taquillas y ver los horarios y el precio tan económico, decidimos aventurarnos.
El ferry une Vigo con Cangas (y viceversa) cada media hora. El trayecto dura unos veinte minutos (costó 2,5 euros) y regala exquisitas vistas de la ría, con el puente colgante de Rande al este y las islas Cíes al oeste.
A finales de invierno, aunque luzca el sol, es conveniente portar ropa de abrigo para combatir el aire frío que se cuela por el centro de la ría.
Esa misma tarde, en el interior del coche de camino a nuestro alojamiento en Pontevedra, cruzamos la ría por el Puente de Rande, que conecta Vigo con la península del Morrazo.
La fórmula avión + coche de alquiler es ideal si se quiere recorrer la provincia de Pontevedra con comodidad. Nosotros alquilamos el coche en el aeropuerto Peinador de Vigo, de buena mañana tras aterrizar procedentes de Barcelona.
La primera jornada en Pontevedra la dedicamos a la ría de Vigo, visitando Vigo, Cangas de Morrazo y Baiona. Si viajáis en temporada baja, como fue nuestro caso, ganaréis tiempo en las visitas, porque apenas encontraréis turistas.