Y unos kilómetros río arriba, inmersos en la persistente niebla, alcanzamos Villarroya de la Sierra, pueblo que se desparrama entre dos cerros coronados por dos castillos. Poco queda del recinto amurallado que rodeaba la villa, el más notable es la Puerta Baja o Vieja, del siglo XIV, entrada que utilizamos para acceder al núcleo histórico.
Junto a la puerta, tomamos un camino que, tras una suave ascensión en zigzag, nos condujo hasta el Castillo del Rey, construido por los cristianos en el siglo XIII para fortalecer las defensas de la villa.
El torreón del castillo, de 20 metros de altura, apareció entre la bruma con un aspecto formidable. La parte superior conserva en perfecto estado el remate almenado.
Desde el Castillo del Rey vislumbramos entre la niebla el cerro gemelo que alberga el Castillo de la Reina. Su figura fantasmal se recortaba en la bruma, por encima de los tejados del apretado casco histórico.
Atravesamos el núcleo medieval de Villarroya, hasta dar con la calle que, en suave pendiente, nos catapultó hasta el Castillo de la Reina, una fortificación erigida por los cristianos en el siglo XV que incluía una extensa muralla.
Y en la parte baja del pueblo, junto a la carretea Nacional, vimos la iglesia parroquial de San Pedro, una muestra mudéjar del siglo XV.
Junto a la iglesia de San Pedro, al otro lado de la carretera Nacioal, se encuentra la vieja fuente de Villarroya, construida en el siglo XVI.