Una carretera local, la GC-103, serpentea por el fondo del barranco de Guayadeque, desde el centro de Agüimes hasta los restaurantes situados al final de la vía, en la Montaña de las Tierras.
La primera parada en la ruta llegó pronto, una vez alcanzamos el Centro de Interpretación del Barranco de Guayadeque. En su interior obtuvimos información sobre el espacio natural y también supimos que si queríamos ver el Museo de la Actividad Humana debíamos abonar 6€ por barba. Y decidimos explorar el barranco.
A unos tres kilómetros del Centro de Interpretación se encuentra el primer espacio natural del barranco, conocido como Cueva Bermeja. Aquí tuvimos la primera toma de contacto con Guayadeque: casas-cuevas, vegetación autóctona (más de 80 especies endémicas) y los primeros restaurantes.
Además de su gran belleza natural, este fascinante territorio alberga un importante patrimonio cultural. Dos de las 80 especies de plantas son únicas en el mundo y es fácil ver al único mamífero autóctono de la isla: una variedad de murciélago.
En Cueva Bermeja un camino lleva a Temisas, núcleo también habitado por los aborígenes canarios. El camino discurre por el espacio natural del barranco de Guayadeque, tiene 10,5 km de longitud, un tiempo estimado de 5 horas y una dificultad media.
Uno de los mejores momentos para visitar Guayadeque es a finales de enero y principios de febrero, cuando los almendros inundan el barranco con la exuberante sinfonía de rosa y blanco de sus flores. En agosto, las plantas que más destacaban en el valle eran las chumberas.
El barranco más profundo de Gran Canaria, poblado de guanches en el pasado, aloja en la actualidad a unos pocos trogloditas. Una vida ermitaña y austera, y pocos recursos, son los paradigmas que mueven a estos habitantes de cuevas.
La escasa población local que vive en las cuevas (a semejanza de los antiguos guanches) lucha por mantener una forma de vida que se ha perdido en el resto de la isla.
Aunque la tradición de vivir en cuevas ha perdurado, estas viviendas trogloditas del siglo XXI guardan poco parecido con sus primitivas vecinas. Al asomarse a algunas de ellas es fácil ver cocinas modernas y televisores.
En la plaza que se abre junto al aparcamiento de la carretera se encuentra la ermita de San Bartolomé de Guayadeque. Situada en una cueva-capilla, todo el interior está cincelado en la roca. No se sabe cuándo se estableció la ermita, pero parece que el crucifijo es anterior a la conquista española.
Tras cubrir cuatro kilómetros por la GC-103, en constante subida por el fondo del barranco, alcanzamos el aparcamiento del restaurante Tagoror. Se supone que el parking es exclusivo para los clientes del bar, pero si queréis visitar más casas-cueva, tendréis que estacionarlo allí.
Del aparcamiento parte un caminito empedrado que conduce a un conjunto de casas-cueva rurales de nueva factura. Vale la pena echarles un vistazo, así como a la Casa Cueva Canaria, una tienda de regalos situada en la ladera de la colina. Desde ese punto tendréis buenas vistas del barranco de Guayadeque.
Al final de la carretera, junto a los últimos restaurantes del barranco de Guayadeque, se encuentra el mirador Montaña de las Tierras, una atalaya que ofrece una interesante panorámica de la parte inferior de la garganta.
A los pies del mirador hay varios restaurantes-cueva. Nosotros almorzamos en el restaurante Vega. Excavado en la roca, el comedor tiene una terraza exterior que nada tiene que envidiar al mirador Montaña de las Tierras. La comida estuvo a la altura: excelentes platos tradicionales de la zona y un magnífico servicio.