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![]() Tejedo de Ancares |
Partiendo de Ponferrada por la LE-711, de camino a la Reserva Nacional de los Ancares, nos detuvimos en Vega de Espinareda, pequeña población establecida a orillas del caudaloso río Cúa.
A las afueras del municipio se encuentra el monasterio de San Andrés de Espinareda, declarado Monumento Histórico Artístico desde 1982. Sus orígenes son inciertos, si bien en el año 923 ya se datan los primeros documentos escritos.
La iglesia tiene dos torres con amplios vanos para las campas y acabadas en un bello remate de piedra con cruz de forja. En su fachada hay una portada rectangular con puerta adintelada, y sobre ella el epígrafe de la última reconstrucción de la iglesia. Próxima al monasterio, frente al ala sur, se encuentra 'La fuente de la vida'.
La Reserva Nacional de Los Ancares está repartida entre las provincias de Lugo y León. La parte leonesa (la que visitamos nosotros) está declarada como Reserva de la Biosfera desde 2006. La reserva incluye los valles de los ríos Cúa (Valle de Fornela), Ancares (Valle de Ancares) y Burbia.
Entramos en la Reserva Nacional de Los Ancares por el puerto de Lumeras, a 1.048 metros de altitud. Estábamos rodeados de extensas arboledas y avanzábamos entre altas cimas cubiertas de nieve. Fue una entrada triunfal, a lo grande.
La flora de la reserva la componen formaciones de robles, acebos y madroños, así como mantos de brezo y vegetación propia de ribera en las orillas de ríos y arroyos. La fauna propia se compone de osos, ciervos, cabras montesas, ginetas, jabalíes e incluso algún buitre.
En el interior de la Reserva Nacional, recorrimos el valle de Ancares por la carretera principal, hasta Tejedo de Ancares, uno de los pueblos más bucólicos de la zona.
Por esas fechas había catorce personas censadas en Tejedo. Era fácil comprender por qué la mayoría de las casas que vimos estaban cerradas. Es lo que tiene la España vaciada. Recorrimos las calles del pueblo bajo una fina nevada, sin cruzarnos con un alma.
Más allá de Tejedo se encuentra la provincia de Lugo y su parte correspondiente de la Reserva de Ancares. Nos habíamos propuesto echarle un vistazo a la zona, para lo cual iniciamos el ascenso al puerto de Ancares, de 1.669 metros de altitud.
Todo iba bien hasta que, hacia la mitad del ascenso, la nieve cubrió la calzada. Un conductor salió de su coche y nos dijo que debíamos esperar a que llegara la máquina quitanieves. Pero no podíamos aguardar ni arriesgarnos a subir al puerto sin cadenas. Aprovechamos la ocasión para tomar unas fotos y a continuación dimos media vuelta.
El plan B consistió en visitar Burbia, entrañable pueblecito de Los Ancares que recorrimos bajo una copiosa nevada. Tomamos un refrigerio en el único bar que tenía el pueblo y allí nos informamos sobre cómo llegar a Villafranca del Bierzo sin morir en el intento.
Y la forma más segura, que no rápida, de llegar a Villafranca del Bierzo desde Burbia fue descendiendo por el valle del río Burbia. Avanzamos por una pista de tierra que estaba en buen estado, entre el bosque de ribera que caracteriza a esta zona del Bierzo.
Avanzar lentamente por la pista de tierra originó que llegáramos a Villafranca del Bierzo un pelín tarde. Ese día nos pilló el toro, almorzamos a la hora de la merienda en un restaurante ubicado junto a la plaza Mayor.
Villafranca del Bierzo es una hermosa población que está recorrida por el Camino de Santiago. Coronada por un castillo medieval, la villa destaca por acoger infinidad de monumentos de todas las épocas. A las afueras se encuentra la iglesia de Santiago (año 1186) y en el cauce del río Burbia, el puente medieval.
En el casco histórico, que recorrimos a pie, admiramos la plaza Mayor y los jardines de la Alameda, presididos por la colosal colegiata de Santa María (siglos XVI y XVII).
También vimos el convento de San José, el Museo de Ciencias Naturales, el palacio de Torquemada, de estilo barroco, y la calle del Agua, flanqueada por fachadas nobiliarias construidas entre la Edad Media y el siglo XVIII.