El descenso al Puente de la Bolle, en el valle de Tavascán, comienza en las Bordas de Noarre, a 1.610 metros de altitud. Deberemos seguir los carteles indicativos donde aparece la cascada de Noarre, las Bordas de Graus y el Pont de la Bolle.
La senda se arrima a las casitas que integran el núcleo de las Bordas de Noarre, unas construcciones de piedra con tejados a dos aguas que se asemejan más a segundas residencias que a graneros donde guardar las cosechas.
Buscaba una fuente donde llenar la botella de agua, pero no la vi. Tampoco vi una mesa o piedra donde poder sentarte a descansar. Las Bordas de Noarre no dispensaban atenciones al senderista, como quedó patente minutos atrás, cuando tuvimos que almorzar en unos tablones de madera colocados junto al puente del río Noarre.
Al final de la pradera, antes de penetrar en el bosque de hayas, veremos vacas y caballos pastando en un entorno idílico; en nuestro caso, sin la presencia de otros senderistas. De hecho, no vimos a nadie en las Bordas.
En las bordas se acomete el tramo más duro del descenso al valle de Tavascán. Deberemos seguir las marcas amarillas, en forma de flechas o líneas, que encontremos en árboles o piedras.
En el descenso a la cascada pasaremos junto a una borda solitaria. Esto quiere decir que vamos por buen camino; no deberemos seguir por el carril apto para vehículos que une Quanca con las Bordas de Noarre.
A los cinco minutos de penetrar en el bosque, avistamos el cartel que anunciaba la cascada de Noarre. Para llegar hasta ella tuvimos que caminar por un sendero de unos 50 metros de longitud, protegido por una alta valla de madera.
Al final del sendero alcanzamos el mirador de la cascada de Noarre, un ejemplar salto de agua de unos 15 o 20 metros de altura. Merece la pena acercarse para contemplarlo.
Desde la cascada hay unos 3 kilómetros de descenso hasta las Bordas de Graus, el punto de referencia que nos habíamos propuesto alcanzar para concluir esta larta ruta.
A partir de la cascada, el descenso al valle de Tavascán por la ladera de la montaña es pronunciado y complicado. El camino se retuerce por entre un espeso bosque. En algunos tramos, la presencia de piedras nos obligará a extremar las precauciones.
En la parte baja de la senda alcanzaremos de nuevo el río Noarre, cuyo correntoso cauce cruzaremos por un puentecito de madera. Aquí conviene no despistarse y tomar la senda correcta, ya que no está bien señalizada.
Unos metros más adelante, tras rodear las ruinas de la Borda de Puntells, llegaremos al pantano de Graus y al cruce de sendas donde iniciamos la ruta circular.
Podríamos haber regresado al Puente de la Bolle por la senda ya conocida, trazada en la margen izquierda del río Tavascán; sin emabargo, optamos por descender por la carretera, para lo cual tuvimos que cruzar el río Tavascán por el puente situado a escasos metros de la presa de Graus.
Río Tavascán desde el puente |
Río Tavascán desde el puente |
Tras cruzar el puente y atravesar una verde pradera, fuimos a parar a las Bordas de Graus, un pequeño núcleo que cuenta con bonitas casas de piedra y una fuente donde poder refrescarse. Aquí se encuentra el camping más alto del valle de Cardós.
Desde la fuente tendréis una fantástica vista panorámica de la presa de Graus, de la pradera que se extiende hasta ella y de las altas montañas que la rodean.
Descender por la carretera fue más rápido que hacerlo por la senda. Esta opción implicó que la ruta se alargara unos 300 metros, los correspondientes al cruce del río Tavascán bajo presa.
Y, como ya imigábamos, no nos libramos de las boñigas de vaca y caballo, unos pastelotes que tuvimos que sortear mientras contemplábamos el bello paisaje otoñal que nos regalaba el valle de Tavascán.
El descenso concluye en el aparcamiento del Puente de la Bolle, la pradera y zona recreativa donde habíamos estacionado el vehículo unas horas antes.