El Puente de la Bolle es una gran pradera, con área recreativa, situada en la parte intermedia del valle de Tavascán. Aquí se encuentra el aparcamiento donde estacionaremos el vehículo.
En el aparcamiento encontraréis paneles que informan de las diferentes rutas que podéis realizar a partir de este punto. Al otro lado de la carretera existe un merendero con mesas y bancos de madera.
Río Tavascán. Puente de la Bolle |
Río Tavascán. Puente de la Bolle |
La senda a las Bordas de Noarre comienza cruzando el puente sobre el río Tavascán, remontando el cauce por su margen izquierda.
Los primeros metros de la ruta son muy suaves, sin apenas pendiente, con el placer que da caminar contemplando las aguas del río. Eso sí, tened presente que deberéis sortear mogollón de boñigas de vacas y caballo.
A lo largo de la senda, en las bordas de Paravera y Torms, tendréis ocasión de avistar a los causantes de las malolientes heces, caballos y vacas que pastan ajenos a nuestro paso.
Transcurridos unos dos kilómetros, la senda se aproxima a la Borda de Grau, edificio asociado directamente a la agricultura y la ganadería, que se puede encontrar aislado o en grupo.
Borda de Grau |
Borda de Grau |
La Borda de Grau se encuentra a 1.285 metros de altitud, frente a un amplio prado que se abre en el valle. Antiguamente, las bordas tenían una cubierta de paja y se vivía en ella durante el verano para trabajar los campos. La cosecha se guardaba en su interior.
A partir de la Borda de Grau la senda gana altura en pocos metros. Nos encontramos en la presa de Graus, embalse que retiene las aguas del joven río Tavascán.
A la altura del pantano se encuentra el inicio y final del tramo circular de esta larga ruta de 8,1 km. Tomaremos el camino de la derecha, que gana altura por entre un bonito bosque de hayas. Este es el tramo más durillo del ascenso.
Realizar esta senda en otoño nos permite disfrutar del bosque pirenaico, una auténtica exhibición de vida vegetal, con los colores propios de esta estación, y con el pantano de Graus a nuestros pies.
Durante el ascenso, un cartel nos indicará que hemos alcanzado la altura a partir de la cual comienza el bosque de hoja perenne, con la presencia de abetos y pinos.
Aparecen los abetos |
Bosque de abetos |
El tramo más duro de la senda, que gana metros en zigzag por el bosque, acaba felizmente una vez se alcanza el río Noarre, cuyo cauce remontaremos por su margen izquierda.
Estamos en el valle de Noarre, un refugio de paz, naturaleza y autenticidad en los Pirineos, en un entorno poco frecuentado de visitantes. De hecho, mientras almorzamos junto al puente del río, no llegó nadie por la senda.
La ruta circular prosigue desde el puente del río hasta las Bordas de Noarre (300 metros por una senda repleta de agua). Aquí veremos una de las muchas praderas que le dan sentido al topónimo de este recóndito y apartado valle: larre, narre, noarre (pastizal).
En las bordas, a 1.610 metros de altitud, tendremos la oportunidad de contemplar las altas cimas que cierran el valle, con poca o nula nieve pese a estar a primeros de noviembre.