Tavascán es el último pueblo del valle de Cardós, y quizá, uno de los más bonitos. Justo antes de alcanzar las primeras casas, conviene detenerse para contemplar el embalse de Tavascán, que brinda un equilibrio entre tranquilidad y belleza natural.
La carretera atraviesa Tavascán de norte a sur. A la altura del cruce de los ríos Tavascán y Lladorre se encuentra la oficina de turismo. Desde la parte posterior de la caseta tenéis un puente sobre el río Lladorre.
A pocos pasos de la oficina de turismo podréis ver las Piedras de la Mola de Tavascán, que simbolizan el esfuerzo y la lucha por la supervivencia en estos valles pirenaicos. Es lo único que queda del derrumbe de la Mola, la serradora y la central eléctrica en 1963.
Y cerca de las piedras hay un monumento dedicado a los judíos que escaparon de la persecución nazi, durante la Segunda Guerra Mundial, atravesando la frontera con Francia por los puertos de Tavascán. El valle de Cardós fue una de las vías de penetración desde el departamento francés de Arieja.
En la carretera principal, justo enfrente de la oficina de turismo, tenéis la mejor estampa de la localidad: la imagen del puente medieval sobre el río Tavascán.
El puente, de un solo arco de medio punto y asentado directamente sobre la roca, fue construido con piedra de pizarra, con el suelo de doble vertiente y barandillas de piedra. Tiene 16 metros de longitud por tres metros de ancho, y una altura de 7 metros sobre el nivel del río.
El puente medieval, construido en el siglo XIII, permitía cruzar el río Tavascán y unir el barrio de la Vila con el barrio del Raval para continuar hacia los puertos de montaña.
Junto al puente medieval se localiza la Aguadora, un monumento dedicado a las mujeres de Tavascán que encabezaron el movimiento que se formó para defender los derechos de la población del valle sobre la electricidad producida.
En la placita que acoge la Aguadora se levantan algunos edificios centenarios; uno de ellos es el viejo hostal de Tavascán, brillantemente restaurado como local social y cultural.
Tavascán conserva el encanto de los pueblos pirenaicos, con calles estrechas y empedradas, casas de piedra con tejados de pizarra y balcones de madera. Si paseáis río Tavascán arriba descubriréis la fuente y un pasaje que desciende hasta el río, que resulta ideal para tomar buenas fotos.
Una visita a Tavascán debe incluir la iglesia de Sant Bartomeu, construida en el siglo XVII, en estilo barroco, en el centro del pueblo.
Un portón de madera abierto en un murete de piedra permite el acceso a la abovedada puerta de entrada del templo, que presenta un arco de medio punto.
Iglesia de Sant Bartomeu |
Iglesia de Sant Bartomeu |
A la izquierda del templo se levanta el característico campanario de planta cuadrada, con el cuerpo superior ochavado y la cubierta piramidal.
El templo se levantó junto a las ruinas de la iglesia de Sant Simeó, documentada en el siglo XIV, cuyos muros se ven muy bien desde la carretera.
En la parte alta de Tavascán, a 1.212 metros de altitud, se encuentra el castillo de Tavascán, edificio desde el que se controlaba el acceso a los puertos entre los siglos XII y XVIII.
El Castillo se construyó en una fecha imprecisa entre finales del siglo XIII y el siglo XIV, como consecuencia de un aumento de la tensión entre los nobles locales.
El hotel Cardós, situado en Ribera de Cardós, es un buen lugar donde alojarse si queréis conocer este precioso valle leridano. El desayuno tipo bufé es muy completo, e incluye embutidos y deliciosos cruasanes de mantequilla.
En el hotel sirven almuerzos y cenas a base de platos típicos de la zona. También preparan bocadillos para llevar, que os vendrán muy bien si vais a la montaña. El interior es muy acogedor, dispone de sala de lectura y un pequeño bar donde poder entretenerse con juegos de mesa. El hotel admite mascotas (perros, gatos...).