Lo primero que le llama a uno la atención cuando aparca en Arucas es la iglesia de San Juan, una enorme estructura neogótica construida en el lugar que ocupó una antigua ermita.
La iglesia de San Juan, quizá la más extraordinaria de Gran Canaria por su envergadura (más bien parece una catedral), comenzó a construirse en 1909. Las obras duraron 60 años. El templo destaca por sus grandes dimensiones y por sus elaboradas vidrieras.
Si rodeáis el templo daréis con la plaza de San Juan, que empezó a tener presencia arquitectónica en el siglo XVII, aunque a lo largo del tiempo ha sufrido varias transformaciones.
Un conjunto de fachadas de distinta cronología cierran este espacio cívico-religioso, del cual destaca la Casa Parroquial (siglo XVII). Otros edificios destacados se emplazan en la calle Federico Díaz Bertrana.
El conjunto histórico de Arucas se corresponde con el núcleo fundacional de la ciudad, que tiene su origen en los primeros años del siglo XVI, cuando empieza a formarse un pequeño caserío en el que se instala la población campesina que trabaja en las vegas agrícolas próximas.
El incipiente poblado se expande por las faldas de la montaña, dejando libres las zonas más llanas para la agricultura, y se asienta en parte sobre un emplazamiento aborigen anterior, lo que confiere una trama urbana peculiar, a base de calles estrechas, sinuosas y con fuertes pendientes.
El nacimiento de la ciudad moderna como origen del centro histórico se produce durante la segunda mitad del siglo XIX y principios del XX. Una muestra de ello son los edificios que salen a nuestro paso, como la Casa de la Cultura o el Ayuntamiento.
El Parque Municipal, de unos diez mil metros cuadrados, tiene su origen en los jardines Gourié, que junto a la casa (actual Museo Municipal) formaban parte de la propiedad de esta familia pionera en la implantación de la industria azucarera en Canarias.
Los jardines se caracterizan por su ordenación geométrica sobre cuatro ejes con una fuente en la intersección, siguiendo los principios estilísticos del jardín afrancesado, con quioscos para tomar un refrigerio o, simplemente, para sentarse a observar la naturaleza.
El jardín afrancesado data de mediados del siglo XIX. En el resto del parque se pueden ver especies arbóreas traídas de otras latitudes; es la zona conocida como "el bosque", por donde el agua corretea en múltiples acequias.
En la zona baja del parque se encuentra el paseo central, con su emblemático parvimento alicantino, de moda en los años 50 del siglo XX. Aquí podréis ver algún que otro drago, uno de los árboles que más se asocian con la imagen de Canarias.
El jardín botánico, unido a diferentes elementos decorativos, como bancos de piedra, puertas y vallas metálicas, farolas, quioscos románticos, etc., le han dado a Arucas el sobrenombre de Ciudad de las Flores.
Este edificio, sede de la mancomunidad propietaria de las aguas para el regadío, constituye una de las construcciones más representativas de Arucas y del patrimonio arquitectónico canario.
A pesar de la antigüedad de la fundación (1545-46), la Heredad de Aguas no contó con local propio para celebrar sus sesiones hasta 1912.
Las primeras noches en Gran Canaria las pasamos en el hotel rural La Hacienda del Buen Suceso, un exquisito alojamiento ubicado entre palmerales, a unos tres kilómetros al noroeste de Arucas.
Lo primero que destaca del hotel es el edificio de estilo colonial donde se ubican las habitaciones. Desde el porche de la planta superior se disfrutan de unas relajantes vistas del bello entorno donde se ubica el hotel, con la piscina en primer término rodeada de palmeras y de un extenso platanal.
El hotel es ideal para aquellos que buscan relajarse en familia, en un entorno tranquilo y apacible, al margen del alboroto que reina en los hoteles del sur de la isla. Mi consejo es que os alojéis en régimen de media pensión (desayuno y cena), para que podáis degustar buenos platos de comida tradicional canaria.