Puente Carlos y río Moldava |
El primer día, tras aterrizar en el aeropuerto, tomamos el autobús y el metro para dirigirnos al corazón de la ciudad. Nos apeamos en Mustek, estación ubicada bajo la céntrica plaza de Wenceslao.
Metro. Parada Mustek |
Plaza Wenceslao |
Estábamos en Stare Mesto o Ciudad Vieja y la prioridad era localizar cuanto antes el albergue juvenil. De camino, nos cruzamos con la majestuosa Torre de la Pólvora, construcción gótica del año 1495, aunque fue remodelada posteriormente.
Nos alojamos en el Old Prague Hostel y después de almorzar unas pizzas en un moderno resataurante, iniciamos la visita a Stare Mesto. Comenzamos por el barrio Judío, para admirar la Sinagoga Vieja-Nueva, templo gótico temprano construido en el siglo XIII, considerado como el monumento más importante del gueto praguense. En sus cercanías contemplamos el cementerio Viejo Judío, con tumbas góticas, renacentistas y barrocas.
Cruzamos el río Moldava por el puente Manesuv y, desde Malá Strana, aparte de descubrir un restaurante donde cenar esa noche, obtuvimos una magnífica panorámica del Puente Carlos, que une los dos barrios más antiguos de la ciudad: Malá Strana y Stare Mesto desde 1357, año en que fue fundado por Carlos IV. Poco después, atravesamos el puente más hermoso de Europa, custodiado por altas torres medievales de los siglos XIV y XV y flanqueado por estatuas y grupos escultóricos barrocos.
A través de la peatonal calle Real alcanzamos otro tesoro de la ciudad, la plaza Vieja, que acoge interesantes edificios. El primero que admiramos fue el Ayuntamiento, fundado en 1338, cuya torre aloja un Reloj Astronómico de principios del siglo XV. En la parte superior, al dar las horas en punto aparecen los doce apóstoles, y en la inferior hay doce medallones con signos zodiacales. Al otro lado la plaza, sobresaliendo por encima de los tejados, nos deleitamos con la visión de las altas torres de la iglesia de Tyn, una de las construcciones góticas más destacadas de Praga.
Por la noche acudimos a cenar al restaurante Vojanuv Dvur, en Malá Strana. El local, ubicado junto al río Moldava y el puente Carlos, fue de lo mejorcito de la jornada. Buena comida, excelente servicio y maravillosas vistas.
Restaurante Vojanuv Dvur |
Restaurante Vojanuv Dvur |
De regreso al hotel tras la rica cena nos sumergimos de lleno en el Puente Carlos, el más emblemático y bonito de todos los que cruzan el río Moldava. Al caer la noche, a la luz de las farolas, el puente se convirtió en el mejor escenario donde poder escuchar música callejera, unos sonidos que nos embriagaron a todos. La Luna en lo alto, el río fluyendo bajo los arcos del puente y el castillo como telón de fondo, pusieron la guinda a una estupenda jornada.
Río Moldava, Puente Carlos y Castillo |
Músicos en el Puente Carlos |
El castillo de Praga es el centro político y espiritual de Praga y Chequia. Fue la sede de los monarcas checos hace más de mil años. Alberga la catedral de San Vito, el palacio Real, otras iglesias y, en la parte inferior, la Callejuela de Oro, jalonada de bucólicas casitas de colores. A los pies del castillo se levanta Malá Strana o Ciudad Pequeña, encantador barrio que visitamos al caer la tarde.
La segunda jornada, también muy previsible, consistió en subir en tranvía hasta el castillo de Praga. Fundado en el siglo IX, se trata de uno de los recintos fortificados más extensos de Europa. Tan grande es, que estuvimos toda la mañana visitando museos, iglesias, palacios, la Callejuela de Oro y las mazmorras.
En la catedral, aparte de admirar su nave central y las azuladas vidrieras, ascendimos una barbaridad de escalones para asomarnos a la azotea. Desde arriba obtuvimos las mejores vistas de Praga, con el puente Carlos en primer término y las altas agujas de la iglesia de Tyn al fondo. Sin duda alguna, este acontecimiento fue de lo mejorcito de este viaje.
La Callejuela de Oro fue otro de los recintos destacados que más nos gustó. Las casas de colores, que un día fueran hogar del escritor Franz Kafka, albergaban un museo medieval. Otras se habían convertido en tiendas de souvenirs. Tras visitar las mazmorras del castillo, abandonamos el castillo a pie por la puerta inferior. En un corto intervalo de tiempo nos presentamos en Malá Strana o Ciudad Pequeña.
Por la tarde estuvimos paseando por la calles de Malá Strana o Ciudad Pequeña. Iniciamos el recorrido junto al puente Carlos, bajo la torre de la Ciudad Pequeña, del siglo XV. Allí, justo donde comienza la calle Mostecká, tomamos un rápido tentempié a base de hamburguesas y Coca-Cola aguada.
La calle Mostecká une el puente Carlos con la plaza de la Ciudad Pequeña, que aloja otra joya de Praga: el templo de San Nicolás (1755), la obra de mayor importancia de estilo barroco que posee la ciudad. A partir de la plaza tomamos la calle Nerudova, que en continuo ascenso, vertebra Malá Strana. En la parte intermedia contemplamos maravillosas casonas centenarias y en la parte superior pusimos fin al interesante recorrido acercándonos hasta el templo de Loreto, lugar de peregrinaje mariano, famoso por su campanario musical y por albergar la iglesia del Nacimiento.
Por la noche cenamos en una acogedora taberna de Stare Mesto, de las muchas que abundan en torno a la calle Real. El menú, salchichas checas acompañadas de cerveza local Pilsen, fue muy aclamado entre todos.
Al caer la noche, como hiciéramos el día anterior, nos dejamos ver por la plaza Vieja. Queríamos empaparnos de ese ambiente medieval que ser respira en el corazón de Praga, con el reloj Astronómico, las fuentes y la iglesia de Tyn iluminada.