La avenida de los Monumentos une Oviedo con las iglesias del monte Naranco. Antes de alcanzar los templos veréis el desvío hacia el aparcamiento gratuito del Centro de Interpretación del Prerrománico Asturiano. Desde el aparcamiento, tras realizar un corto ascenso por un sendero, alcanzamos el edificio, cuyo acceso es gratuito.
El Centro de Interpretación está ubicado en las antiguas escuelas del Naranco, a pocos metros de las iglesias prerrománicas. En su interior podréis ver paneles, maquetas y explicaciones del arte del Naranco. Su visita vale la pena.
Desde el Centro de Interpretación parte una senda que, en 10 minutos, conduce a San Miguel de Lillo, la iglesia prerrománica situada a más altitud. Fue declarada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en 1985, junto con Santa María del Naranco.
Situada en la ladera sur del Monte Naranco, San Miguel de Lillo es una de las obras maestras del prerrománico asturiano. Combina historia real, arquitectura innovadora y arte narrativo. Fue mandada construir por el rey Ramiro I entre 842–850 como capilla palatina, parte del complejo real, y consagrada en 848.
A unos 200 metros de distancia, caminando por un verde sendero, alcanzamos Santa María del Naranco, edificada hacia 848 por el rey Ramiro I, originalmente como aula regia o incluso mausoleo funerario, y más tarde reconvertida en iglesia en torno al siglo XII.
La iglesia destaca por su arquitectura de planta doble: una planta baja (tipo cripta) con bóveda de cañón y arcos fajones, y una planta alta con un gran salón abovedado y miradores laterales; ambas conectadas por una escalera exterior.
Los muros de la iglesia están realizados con sillares y ladrillo, reforzados con contrafuertes estriados, arcos de medio punto y peraltados. El mirador superior albergaba el altar, con una inscripción original fechada en 848, aludiendo a la consagración al culto mariano.
![]() Santa María del Naranco |
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En cuanto a la decoración escultórica, la iglesia presenta capiteles prismáticos y corintios, medallones con animales (leones, aves) y figuras humanas, impulsos vegetales y cruces alfa‑omega.
Su visita es una inmersión profunda en el prerrománico y, junto a San Miguel de Lillo, permite entender el poder simbólico de la monarquía asturiana en el siglo IX.
Las dos iglesias, la carretera que lleva a ellas y la cima del monte Naranco constituyen magníficos miradores de la ciudad de Oviedo, que aparece encajonada y sumida entre montañas (haciendo honor a su topónimo euskérico: OBI EDO).