Lo primero que uno ve cuando sale del metro en la plaza Praterstern es un gran espacio abierto. La plaza está rodeada por una amplia calzada para vehículos y atravesada por varias líneas de tranvía. El camino a seguir es sencillo: no hay que perder de vista la Noria Gigante de Viena, la puerta de entrada al Prater.
Antes de pasar bajo el viaducto de la línea tren, veréis el monumento de Tegetthoff, esculpido en 1871, una de las muchas esculturas con que cuenta Viena. Esta, en concreto, se realizó para conmemorar una batalla ocurrida en 1866.
Al otro lado de la estación ferroviaria, una senda abierta entre un cuidado parterre nos condujo hacia la entrada del Prater. Al fondo teníamos la colosal silueta de la Noria Gigante de Viena, de 65 metros de altura, caracterizada por sus grandes vagonetas rojas.
La Noria Gigante o Riesenrad es uno de los símbolos de Viena. Se construyó en 1897 con motivo del 50 aniversario en el trono del emperador Francisco José. Desde entonces, Viena es impensable sin su noria. Situada al principio del parque Prater, desde sus vagonetas se disfruta de una sobrecogedora vista panorámica de la ciudad.
La plaza de la Noria Gigante, la Riesenradplatz, nos recibió con todos sus establecimientos cerrados. Era mediodía de un día laborable de febrero, y el parque exhibía su cara más desangelada y fría.
Afortunadamente, no todo estaba cerrado. La Noria Gigante ya estaba en funcionamiento, gira que te gira, de buena mañana. En la taquilla abonamos la entrada con descuento gracias a la Viena Card —13€ adultos y 6,5€ los niños—, y a continuación accedimos al interior de la instalación.
Taquillas de la Noria Gigante |
Taquillas la Noria Gigante |
Antes de subir en la noria, los visitantes pasan obligatoriamente por el Museo Panorama, una exposición que revive las antiguas tradiciones del Prater mediante la ayuda de ingeniosas instalaciones audiovisuales situadas en ocho cabinas.
El Museo Panorama parece sacado de una obra de teatro. Varios autómatas se mueven en el interior de las cabinas, cada pocos minutos, representando un escenario de la historia de Viena. La exposición recorre dos mil años de historia de la ciudad y también del Prater.
Para mí, montar en la Riesenrad era un viaje en el tiempo. En julio de 1991, durante mi primer Interrail por Europa, me di el capricho de montar en la noria. Por eso aguardaba la llegada de la vagoneta con una mezcla de nostalgia y excitación. Habían pasado más de 33 años.
Como pudimos comprobar mientras aguardábamos en la cola, una vagoneta mostraba en su interior una mesa y dos sillas. Estaba dispuesta para recibir comensales en un romántico almuerzo. Y menudo escenario, a 65 metros de altura en una de las norias más antiguas del mundo.
Desde hace más de un siglo, la emblemática Noria Gigante gira sobre Viena y ofrece una vista espectacular de la ciudad a orillas del Danubio. Tarda unos veinte minutos en completar la vuelta, deteniéndose por fases para que la gente suba y baje.
Los hierros de la noria |
El parque desde la noria |
Cuando la vagoneta alcanza los 65 metros de altura sientes una inyección de adrenalina. Se obtiene la vista panorámica más sobrecogedora de la ciudad, con el parque Prater a tus pies, los edificios del centro histórico en primer término y las colinas de los Bosques de Viena y el Danubio como magnífico telón de fondo.
El Prater es un antiguo coto de caza imperial del siglo XVIII que en la actualidad acoge un extenso parque. En 2016 cumplió 250 años abierto al público. Su interior alberga paseos arbolados, atracciones de feria, puestos de comida, una Noria Gigante y dos hipódromos, entre otros.
No cuesta un céntimo pasear por el parque de atracciones del Prater y el parque público. Así que, a no ser que se quiera subir en la Noria Gigante, en otras atracciones o cenar en los puestos, la magia, la música y el alboroto de 200 atracciones es gratis.
Parque de atracciones |
Parque de atracciones |
Después de almorzar en el restaurante de la Noria Gigante —tiene precios caros—, marchamos a la cercana estación de ferrocarril Praterstern. Aquí tomamos el tren del aeropuerto, poniendo punto y final a cuatro días en la capital austriaca. Recordad que, si tenéis la tarjeta Viena Card, el suplemento para el aeropuerto es de 2€ los adultos y 1€ los niños. Podéis adquirirlo en la oficina que la ÖBB tiene en dicha estación.
La Viena Card es la tarjeta que os permite viajar en el transporte público de Viena. Puede ser de 24 horas (17€), 48 horas (25€) o 72 horas (29€). Comienza a funcionar a partir del momento en que la validáis en el metro, en una estación de tren o en el interior de un tranvía. Importante: el niño que acompaña a un adulto portador de la tarjeta viaja gratis.
La Viena Card se puede adquirir en la oficina de turismo del aeropuerto; incluye todos los transportes públicos de Viena salvo el tren del aeropuerto, donde deberéis pagar un suplemento de 2€ por adulto y 1€ los niños.
Con la Viena Card obtendréis descuentos en la Noria Gigante, en la iglesia de San Carlos, en el Palacio Hofburg, tanto en los Apartamentos Imperiales de Sisí como en la Biblioteca Nacional, y en otros museos. Eso sí, tened presente que el Palacio Schönbrunn, el más caro de Viena, no tiene descuentos.