Volar es un placer, y si además lo haces pegado a la ventanilla, contemplando las altas cimas de los Alpes cubiertas de nieve, pues mejor que mejor.
En circunstancias normales, el vuelo entre Barcelona y Pisa transcurre al sur de la Costa Azul francesa, pero esa soleada mañana, algo sucedía en el aeropuerto de destino que nos obligó a volar más al norte.
La niebla que cubría el aeropuerto de Pisa nos obligó a realizar un aterrizaje de emergencia en el aeropuerto de Génova, la capital de Liguria.
Permanecimos más de una hora detenidos en la pista, sin salir del avión y sin recibir noticias, contemplando la ciudad desde la ventana, con la cordillera alpina nevada como fenomenal telón de fondo (no hay mal que por bien no venga).
La niebla se despejó y por fin pudimos reanudar el vuelo. Aterrizamos en el aeropuerto de Pisa con un par de horas de retraso; aun así, aprovechamos buena parte de la jornada para recorrer una ciudad que yo ya había visitado en dos ocasiones, por lo que actué como eficiente maestro de ceremonias.
El tren del aeropuerto nos dejó en la pisana estación Centrale en diez minutos. Desde allí partimos a pie, raudos, a descubrir la ciudad.
Los principales puntos de interés de Pisa quedan relativamente cerca de la estación de tren. Nosotros decidimos alcanzar a pie el Recinto de los Milagros, el principal objetivo de todos los viajeros que visitan la villa. De camino, hicimos un alto en el puente Solferino, sobre el río Arno, para contemplar dos curiosos edificios.
En la orilla izquierda del río Arno se encuentra Santa María de la Espina, pequeña iglesia del siglo XIII que destaca por una elaborada fachada gótica, por sus muchas estatuas y por tener el techo pintado.
Y aguas abajo del río Arno, en su orilla derecha, avistamos la Torre Guelfa, construida en 1406, durante el dominio florentino en la ciudad. El edificio estaba destinado a proteger la ciudad de cualquier ataque.
Tras la obligada parada en el puente Solferino, proseguimos la caminata por la Vía Roma, la calle que debía conducirnos al Recinto de los Milagros.
Tomamos un rápido almuerzo pizzero en un puesto ambulante de la calle Roma y seguidamente accedimos al interior de la plaza de los Milagros, llamada así por concentrar los monumentos más venerados de la ciudad: Baptisterio, Duomo o Catedral y la Torre del Campanario, la famosa Torre Inclinada de Pisa.
Y lo primero que uno ve cuando entra en este vasto espacio cubierto de hierba, es la Torre del Campanario, o sea, la Torre de Pisa, monumento que, irremediablemente, genera toda la atención y expectación de los visitantes.
Torre de Pisa |
Torre de Pisa |
Los trabajos llevados a cabo recientemente en el campanario han conseguido frenar su progresiva inclinación, dejándola en los actuales 4,5 grados. Lo que no han conseguido frenar es la desorbitada cifra que hay que pagar por subir a lo alto de la torre. Sale más a cuenta adquirir la "entrada combinada" (para todos los edificios y museos).
Para los que no queráis subir por las retorcidas escaleras siempre os quedará el consuelo de tomar algunas fotos divertidas; una de ellas es simular que aguantáis el templo para que no caiga. Todo un clásico. La otra, por ejemplo, intenta derribarlo.
Aguantando la Torre de Pisa |
Derribando la Torre de Pisa |
Era la tercera vez que visitaba Pisa, las dos ocasiones anteriores me pilló de ruta, mientras realizaba dos interrailes por Europa. Creo que siempre es buen momento para detenerse en esta villa y contemplar sus edificios medievales, como el Duomo, la gran catedral de mármol conocida por sus puertas románicas de bronce y su púlpito tallado en el siglo XIV.
O el Baptisterio de San Giovanni, monumento de enorme belleza y solemnidad, comenzado a construir en el año 1152 y concluido en el 1363. Es el ejemplo de baptisterio independiente más reconocido del mundo.
Otra zona de Pisa que también merece la pena echarle un vistazo es la plaza de los Caballeros, flanqueada por hermosos edificios levantados en el siglo XVI, que destacan por tener sus fachadas esgrafiadas.
A la plaza se asoman el Palacio de Carovana (1564), la Iglesia de San Esteban de los Caballeros (1569), el Palacio de la Rectoría (1566), el Palacio del Consejo de los Doce (1603), el Palacio Puteano (1598), la Iglesia de San Rocco (1575), el Palacio del Reloj (1608), mientras que en el centro se encuentra la estatua de Cosme I (1596).
El regreso a la estación de tren lo podéis realizar por el Corso de Italia. De esta forma cruzaréis el puente de Mezzo y tendréis una interesante perspectiva de los edificios que se asoman al río Arno.
En nuestra última tarde en la Toscana, partimos en tren de Florencia hacia la estación Centrale de Pisa, en cuyos andenes aguardamos eternamente la llegada del tren del aeropuerto. La larga espera concluyó con la aparición de un convoy compuesto por un triste vagón. Todos los viajeros nos hacinamos en su interior, pues nadie quería quedarse en tierra, y viajamos como sardinas enlatadas.
Cuando, una hora después, el avión despegó rumbo a Barcelona, todos sonreímos al contemplar Pisa desde el aire. El río Arno, el Duomo, el Baptisterio y la Torre Inclinada aparecieron bajo nuestros pies como si de un hermoso mosaico se tratase. Fue espectacular.