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![]() Arco de Augusto |
Esa mañana, tras tomar un rápido desayuno en una cafetería de Bolonia, acudimos a nuestra cita con la estación Central, a la espera de nuestro tren Regional con destino a Rímini.
El trayecto duraba una hora y media, y se me hizo ameno. Mientras contemplaba los verdes campos de Emilia-Romaña a través del cristal, repasé mi guía de viajes para hacerme un resumen mental de todo aquello que no debía perderme en San Marino y Rímini, los destinos estrella de la jornada.
El tren llegó a su hora a la principal estación de Rímini. Nos hallábamos frente al mar Adriático, en una de las costas más aclamadas del litoral adriátio italiano.
Pero a nosotros, lo único que nos importaba era encontrar cuanto antes la parada del autobús de San Marino. Y la hallamos a 200 metros de la estación, en la amplia avenida que discurría en paralelo a las vías. (Ver etapa 3: San Marino).
No tenía muy claro si esa tarde podríamos visitar Rímini tras nuestro fructífero paso por San Marino. Pero tuvimos suerte con la elección de los horarios del autobús y, afortunadamente, todo salió a pedir de boca. Nos apeamos del bus de San Marino a la altura del Arco de Augusto, el arco de triunfo romano conservado más antiguo del mundo, construido en el 27 a.C.
A través del Corso de Augusto, principal eje que vertebra el centro histórico de Rímini, fuimos a parar a la céntrica plaza de los Tres Mártires, emplazada en el mismo lugar que ocupó el Foro Romano.
En la plaza se alzan interesantes edificios porticados, y en un lateral, rodeada por una valla metálica, podréis ver restos de la antigua calzada romana.
![]() Plaza Tres Mártires |
![]() Calzada romana |
Via Garibaldi es otra calle popular del viejo Rímini. Perpendicular al Corso Augusto, parte de la plaza de los Tres Mártires al encuentro de la Puerta Montanara, construida en el siglo I y restaurada en 2004. Pese a su pequeño tamaño, merece la pena que le echéis un vistazo.
El Corso Augusto se convirtió nuevamente en el eje canalizador que nos catapultó a interesantes lugares de Rímini, en este caso a la plaza Cavour. Aquí encontraréis el Ayuntamiento, el palacio del Podestà, el palacio del Arengo –hoy espacio artístico y cultural– y el Teatro Municipal, inaugurado por Giuseppe Verdi.
Me gustó caminar pausadamente por la plaza, admirando los palacetes, la estatua dedicada a Pablo V y la fuente de la Piña, que seguramente inspiró a los realizadores de las pelis de Harry Potter, pues se asemeja a la fuente que aparece en uno de los lavabos del castillo de Hogwarts, la que daba acceso a la Cámara Secreta.
También me gustó caminar entre las columnas que sostienen el techo del antiguo mercado del Pescado, uno de los sitios más pintorescos y característicos de Rímini. Esta logia fue construida en 1747 como un lugar para la venta de almejas.
![]() Mercado del Pescado |
![]() Mercado del Pescado |
Situado a escasos metros de la plaza Cavour, el castillo Sismondo fue mandado construir por Segismundo a partir de 1437 y terminado, según los epígrafes que lo decoran, en 1446. De él destacan sus cinco torres y su amplio foso.
No podíamos realizar una visita a Rímini sin acercarnos al Puente de Tiberio, comenzado a construir en el 14 a.C. bajo el gobierno de Augusto.
Situado sobre un antiguo brazo del río Marequia (parte del cauce se ha convertido en el parque XXV de abril), este puente romano, compuesto por cinco arcos de medio punto, es otro de los símbolos de la ciudad.
De camino a la estación de tren improvisamos un par de visitas relámpago. La primera la dedicamos a la biblioteca Gambalunga, con sus salas del siglo XVII, si bien nos contentamos con admirar su fachada y su patio central.
![]() Biblioteca Gambalunga |
![]() Biblioteca Gambalunga |
Y la segunda, que puso el colofón a nuestro paso por Rímini, fue en la plaza Ferrari, cuyo centro acoge el sitio arqueológico de la Domus del Quirurgo, construida en la segunda mitad del siglo II d.C. Desde el vidrio exterior pudimos contemplar los mosaicos que cubrían el suelo de algunas salas.
Esa jornada habíamos cumplido de sobras con las expectativas. La mañana y parte de la tarde la habíamos dedicado a San Marino, uno de los países más pequeños del mundo, y a su capital, erigida en lo más alto del monte Titano. Y a media tarde, hasta la salida del tren de Bolonia, descubrimos el rico legado romano de Rímini, villa que nos sorprendió por la vida tranquila que llevan sus ciudadanos. Quizá se deba a sus más de 15 kilómetros de playas.
En la parte final de este trayecto en tren, que debía durar una hora y media, fuimos acumulando retraso. Y a partir de Ímola, debido a alguna avería (o que sé yo), el tren Regional se fue deteniendo en todas las paradas (se transformó en un tren de Cercanías). Llegamos a la estación Central de Bolonia con veinte minutos de retraso.