Dos autobuses de la compañía Greyhound hicieron falta esa mañana para viajar desde Niágara Falls (EE.UU.) hasta Toronto, en Canadá. Y esa noche, de regreso a Búfalo, partimos en un autobús nocturno hacia Boston, la capital de Masachusets:
SALIDAS | LLEGADAS | |
Bufalo: 10,40 | ------------------ | Toronto: 13,45 |
Toronto: 21,30 | ------------------ | Búfalo: 23,59 |
Bufalo: 1,40 | ------------------ | Boston: 12,15 |
Partimos de Búfalo encarando un enorme puente que salvaba las aguas del río Niágara. En la otra orilla, en suelo canadiense, estuvimos detenidos cerca de una hora en la aduana. Nosotros, como turistas que éramos, fuimos de los primeros en regresar al bus. La siguiente parada en la ruta fue en la ciudad canadiense de Niágara Falls. De haberlo sabido, habríamos cruzado a pie el puente Rainbow y nos habríamos ahorrado la pasta del bus a Búfalo y la larga espera en la aduana.
A continuación tomamos la autopista 403 en dirección a Toronto. Esta vía rodea el lago Ontario por su ribera oeste, y por el camino sólo nos detuvimos en la ciudad de Hamilton. Poco después ya pudimos divisar Toronto y su característico perfil, el que le otorga la afilada aguja de la Torre CN.
El bus nos dejó en la estación central de autobuses de Toronto, situada en la calle Bay. Caminamos unas pocas manzanas en dirección sur, y nos metimos de lleno en el Downtown. Nos llamó la atención la cantidad de rascacielos que había en la zona, incluido el del moderno Ayuntamiento de Toronto.
Desde la plaza del Ayuntamiento, junto a una fuente, contemplamos también el Viejo Ayuntamiento, construido en 1899 en estilo neorrománico. Lo que más destaca del edificio es la torre del reloj. Actualmente, el Old City Hall es la sede de las cortes judiciales municipales de Toronto.
Continuamos caminando por la calle Bay, entre altos rascacielos acristalados, hasta que nos dimos de bruces con la estación de ferrocarril Union. No habíamos comido nada desde esa mañana y vimos con buenos ojos entrar en el edificio para tomar un rápido almuerzo hamburguesero (pagamos con tarjeta porque no vimos conveniente cambiar divisas).
Nos habíamos propuesto realizar dos visitas antes de partir de Toronto esa noche: acercarnos al lago Ontario y subir a la torre CN. Ambos objetivos estaban al otro lado de la estación y de la playa de vías. El peatonal puente Rod Robbie nos catapultó al otro lado.
A continuación nos desplazamos hasta el lago Ontario para pasear por el solitario muelle Queens. Estábamos a tres grados positivos, soplaba un aire gélido y, lógicamente, no había un alma en la desolada orilla.
Finalmente, justo antes de que anocheciera, nos acercamos a la Torre CN, considerada por aquel entonces como la construcción humana más alta del mundo, con 553 metros de altitud desde la base hasta la punta de la antena.
Mi colega y yo creíamos que para subir a la torre tendríamos que comprar dólares canadienses, pero en la taquilla quedó claro que se podía pagar con tarjeta de crédito. También descubrimos que los poseedores del carnet de estudiante, o sea, nosotros, teníamos un suculento descuento al adquirir la entrada. No estaba nada mal.
En la planta baja de la torre había tiendas de souvenirs y varios pasillos que conducían a distintos ascensores. Había tres o cuatro guardias de seguridad vigilando los accesos.
Un ascensor super rápido nos situó en un santiamén en la primera planta del mirador. Estábamos suspendidos a 342 metros de altura, sobre una plataforma circular adosada a la torre. Desde los cristales había unas fenomenales vistas de Toronto y del lago Ontario.
En el lado oeste estaba una de las atracciones más espectaculares de la torre: el Piso de Vidrio, una plataforma de cristal a través de la cual se veía la calle. Andando sobre ella uno tenía la sensación de caminar en el aire a más de 300 metros de altura.
Toda la parte este de la planta pertenece a un bar panorámico, el Horizons Café, que está a 346 metros de altura. Algunas mesas están colocadas junto a la cristalera, para goce y disfrute de los clientes.
Pensamos sentarnos a tomar algo, pero antes quisimos subir a la planta superior del mirador por unas escaleras con moqueta. En esa planta, a una altura de 351 metros, se encuentra el restaurante 360. Las mesas están colocadas sobre una plataforma giratoria que se mueve muy lentamente alrededor de la torre. Los comensales pueden degustar una exquisita comida mientras contemplan la ciudad y el lago. En ese instante varios camareros se encargaban de prepararlo todo para la cena.
Cenar en el restaurante salía muy caro. Nos contentamos con sentarnos a una mesa del bar Horizons y contemplar la ciudad mientras degustábamos unas cervezas locales. Cuando se hizo de noche disfrutamos con la visión de los rascacielos del Downtown iluminados. La Torre CN fue de lo mejorcito de la jornada.
A las 21,30 tomamos el último autobús que unía Toronto con Búfalo y dos horas y media después nos presentamos en la estación Greyhound. Tuvimos que esperar una hora y cuarenta minutos en la sala de espera antes de partir en un autobús nocturno con destino a Boston. Ocupamos las plazas traseras, en las dos últimas parejas de asientos que quedaban libres.