Puente románico de San Nicolás |
La entrada al valle de Bujaruelo se encuentra al norte de Torla, en el puente de los Navarros (1.090 metros), lugar donde el río Ara se une al Arazas (río proveniente del cercano valle de Ordesa).
El viejo puente de los Navarros (no confundir con el puente nuevo de la carretera A-135) está construido con robustos sillares de piedra y su parte central está formada por un gran arco.
El paso del puente mide unos dos metros de ancho. Desde sus barandillas de piedra podréis ver el fuir del río Ara, con sus aguas atronadoras abandonando el desfiladero de los Navarros y uniéndose al río Arazas.
La pista forestal remonta el valle por el fondo un angosto cañón horadado por el río Ara, entre altas murallas pétreas y bosquecillos de abetos, pinos y helechos. El río corre lleno de coraje, sembrando de espuma los peñascos que obstaculizan su curso.
Los rincones donde poder detener el vehículo para observar los altos murallones que flanquean la estrecha hoz son pocos. Cuando encontréis alguno conviene detenerse, salir del coche y contemplar esta belleza natural excavada por el río Ara.
Hacia la mitad del recorrido alcanzeréis el puente de Santa Elena, o puente Nuevo, situado frente a la ermita del mismo nombre, que está solitaria entre boscajes. Este puente está construido en mampostería irregular de piedra y argamasa, y presenta un solo ojo en forma de arco rebajado bajo el que discurre el río Ara.
Desde el puente y la ermita (y también desde la carretera), podréis contemplar el majestuoso salto de Carpín, una fina y espectacular cascada de 120 metros de altura que se precipita al vacío procedente del barranco del Cebollar.
Al final de la pista, en el fondo de un pequeño circo, aparece el caserío de San Nicolás de Bujaruelo (1.338 metros), que consta de un mesón, las ruinas de una iglesia románica del siglo XIII y una edificación destinada a cuartel de la Guardia Civil.
Un rústico puente románico da paso a la otra orilla del Ara y al camino que lleva al puerto de Bujaruelo (2.257 metros), fronterizo con el valle de Gavarnié.
Vale la pena cruzar este pequeño puente románico para contemplar las aguas del Ara, los altos picos nevados y el pequeño caserío de San Nicolás, situado frente a una extensa pradera que a mediodía ya congregaba un buen puñado de coches.