Exterior del Pueblo Viejo |
En 1937, en plena Guerra Civil, los bandos franquista y republicano coincidieron en Belchite. La primera batalla se prolongó entre el 24 de agosto y el 6 de septiembre, y se tradujo en un trágico balance de muertes entre los guerrilleros y la población autóctona.
En esta humilde web os mostraré algunos rincones del viejo Belchite, fotos que muestran hasta dónde llegó la barbarie y la destrucción. Las ruinas esconden terribles dramas humanos, historias de vida y muerte, de francotiradores, de fusilamientos, de fugas a la desesperada, de túneles entre las casas...
Y esta desgarrada historia comienza en el Arco de la Villa, principal acceso al recinto que conduce al interior del Pueblo Viejo.
Desde una de sus ventanas interiores, los francotiradores hacían blanco entre la población. Disparaban a todo ciudadano que se atreviera a cruzar la calle Mayor.
Al otro lado de la puerta nos recibe la desolada calle Mayor, el principal eje que recorre de punta a punta el viejo Belchite.
Pocos edificios quedan en pie en este largo vial, entre ellos destaca el que acogió en sus bajos al banco Zaragozano. En su azulada fachada eran palpables los numerosos balazos.
La calle Sagasta nos condujo hasta el convento de San Agustín, de estilo mudéjar y de interior barroco. Por él entraron en Belchite los republicanos, en concreto la brigada Lincoln.
Convento de San Agustín |
Convento de San Agustín |
En la parte superior de la torre del campanario podréis ver el culo de un proyectil activo. "Si ahora cayera al suelo, todos saldríamos volando en mil pedazos", nos dijo la joven guía.
Torre del campanario |
Detalle del proyectil |
De vuelta a la calle Mayor, la guiadora nos motró dos casas que adquirieron cierta relevancia durante la contienda: la Casa de Carmen Castillón, en cuyos bajos abrieron túneles para moverse a las casas vecinas, y el Hospital Municipal, reconvertido en fugaz casino antes de que el pueblo se abandonara.
Durante la posguerra, antes de la construcción del nuevo Belchite, las calles del Pueblo Viejo, sobre todo en verano, volvían a llenarse de vida, con niños que colmaban las plazas y que correteaban entre los escombros de los edificios. Uno de esos niños era Joan Manuel Serrat (su madre era belchitana).
La visita nos condujo en primer lugar a la devastada plaza Nueva. En una esquina admiramos el único edificio que seguía en pie, la Casa Domi, reconvertida en hospital, cuartel falangista y farmacia
Y caminando por la calle Mayor, a pocos metros de la plaza Nueva, fuimos a parar a la desangelada plaza Vieja, en cuyo centro se levanta una cruz de hierro. No en vano, una de las escenas más dantescas acaecidas en Belchite tuvo lugar en una pared de esta plaza, que fue el triste escenario de múltiples fusilamientos.
Entre la plaza y la calle Mayor admiramos la torre del Reloj, perteneciente a la iglesia de San Juan (antiguamente fue una sinagoga).
La visita guiada concluyó al final de la calle Mayor, lugar reservado a la majestuosa iglesia de San Martín, cuya fachada se mantiene milagrosamente en pie.
Gracias a sus sólidas columnas y a la robustez de sus paredes, pudimos realizar un breve recorrido por el interior de la nave, incluso oímos la jota que compuso el belchitano Natalio Baquero (aparece escrita en la puerta principal de acceso al templo).