No había mucho que ver en el centro de Egina, así que decidimos encaminarnos hacia las cercanas ruinas de Kolona, emplazadas al oeste de la capital. Fue una pena que estuviéramos en pleno invierno, con esas aguas tan cristalinas, sin opción a baño.
El taquillero del recinto nos dijo que el museo estaba cerrado. No sabíamos si nos iba a permitir ver el yacimiento arqueológico, pero, para sorpresa nuestra, abrió la verja y decidió acompañarnos para mostrarnos las ruinas. Al concluir la visita se ganó una propina.
Al flanquear la entrada nos sorprendió ver en el suelo los restos de mosaicos de la antigua sinagoga judía, lo que da fe del glosario de pueblos que han habitado esta colina junto al mar a lo largo de los años.
Otro pueblo que también pasó por Kolona fue el bizantino. A ellos se les atribuye la construcción de la cisterna de agua, un ejemplo de aprovechamiento hídrico basado en la recogida de agua de lluvia.
Recorrer las ruinas en solitario, descubriendo las diversas capas de historia que el sitio tiene para ofrecer, fue un auténtico placer. Gracias a las aportaciones del improvisado guía, obtuvimos un contexto más profundo sobre las ruinas y su importancia.
Los primeros restos hallados en Kolona pertenecen al Neolítico. Este poblado prehistórico tuvo continuidad mediante sucesivos asentamientos y gozó de prosperidad particularmente durante la Edad del Cobre, hacia 2600-2500 a.C.
En el yacimiento destaca el templo de Apolo, construido a principios del siglo VI a.C., que tuvo una gran prosperidad durante los siglos VI y V a.C.
En origen se trataba de un templo de orden dórico, períptero, de once columnas en los lados más anchos y seis en los más estrechos, además de dos columnas en el pronaos y en el opistodomos. La columna solitaria que queda en pie se ha convertido en un símbolo de Egina.
El nombre de Kolona le fue puesto por marinos italianos que tenían como referencia las columnas del templo de Apolo que podían divisar en este lugar.
En la Acrópolis se conservan restos de una fortaleza que data de la época minoica, alrededor del 2000 a.C. Los muros ciclópeos y las estructuras defensivas muestran la importancia estratégica de Kolona durante la Edad de Bronce.
En Kolona también se han conservado algunos restos de otros elementos del santuario: un altar, un templo de Artemisa, un propileo, casas de sacerdotes, fortificaciones y otros edificios.
Desde el templo de Apolo habíamos contemplado una panorámica de la costa de Egina. Y dando la vuelta a la Acrópolis disfrutamos de otras vistas interesantes del entorno, con el mar acaparando las miradas.
No estuvo mal la visita vespertina a Kolona en solitario. Debido a los raros horarios de invierno, que cierran todo a las tres, nos quedamos sin ver el museo, cuyo interior aloja valiosas piezas recuperadas en el yacimiento. El puerto de Egina nos aguardaba.
A las 17:30 horas, tras una agradable estancia en la isla Egina, embarcamos en el Apolos, un buque de más calado que el catamarán que nos llevó a la isla. Este barco contaba con cómodos sillones y sí admitía vehículos.
Esta vez tardamos una hora y quince minutos en cubrir la distancia entre Egina y El Pireo, el doble de tiempo que en el trayecto de ida a bordo del rápido catamarán.