La vieja medina de Fez (Fez el Bali) es uno de los mayores emplazamientos medievales que existen actualmente y está considerada como la mayor zona peatonal del mundo, con casi diez mil calles laberínticas. Un petit taxi nos condujo, por poco dinero, hasta la Puerta el Ftouh, una de las más antiguas de la medina.
Y a partir de aquí, una vez intentamos en balde penetrar en esta maraña de calles, contratamos los servicios de dos muchachos que dijeron ser hermanos. A falta de un buen mapa (los de las guías de viajes no valían para nada), ellos fueron los que nos guiaron por la caótica y retorcida medina.
Gracias a estos chicos conseguimos alcanzar los objetivos que describe la guía. Paseamos por los diferentes barrios de Fez el-Bali deleitándonos y sorprendiéndonos a cada paso que dábamos. Los tres teníamos la sensación de haber retrocedido varios siglos en el tiempo. Nunca habíamos visto nada parecido, ni siquiera en Marrakech.
Pasamos por el barrio de los Curtidores, que acoge el zoco de las babuchas y las famosas Tenerías, una especie de colmenas redondas de piedra que se usan para teñir la ropa con colores naturales.
Las Tenerías se encuentran en el interior de los patios de las casas y sólo se pueden ver si se accede a una de ellas o, como fue nuestro caso, a través de una tienda de souvenirs que disponga de un mirador en la terraza.
Proseguimos con la visita a Fez el-Bali adentrándonos en el barrio de los Andaluces. Según cuenta la historia, aquí recayó una parte de los moriscos que los Reyes Católicos expulsaron de España allá por el año 1500. Aquellas gentes erigieron una mezquita a semejanza de las que había en España: la mezquita andalusí. Echamos un vistazo al exterior (al interior estaba prohibido entrar) y después de un leve descanso (con refrescos incluidos) junto a un canal de aguas residuales, volvimos a penetrar en el corazón de la medina.
La penumbra que reinaba en las calles hizo que caminar con chancletas se conviertiera en toda una odisea. Eran muchas las personas que tiraban los desperdicios y las aguas sucias al centro de la calzada, con lo que eso implicaba. La mezcla de todos estos detritos, más el agua corrompida, daban como resultado un olor un tanto nauseabundo.
Nuestros menudos guías nos llevaron a ver la mezquita de Kairouín, cuya entrada estaba prohibida a los no musulmanes. Desde la puerta vimos parte del patio, en cuyo centro destacaba una fuente decorada con leones, a semejanza de los que hay en la Alhambra de Granada (que no pudimos ver).
Caminamos por el entramado de callejuelas que rodean el mercado próximo a la mezquita, y quedamos gratamente sorprendidos al ver cómo los hombres trabajaban el hierro en plena calle.
Había llegado el momento de abanandonar la medina. Enfilamos por una de las calles principales de Fez el Bali, en dirección a la medina de Fez el Jedid. Y por el camino contemplamos varias medersas (escuelas donde se enseña el Corán), una de ellas fue Bou inania, construida en el siglo XIV por el sultán Abu Inan Faris.
El último plato fuerte de la jornada llegó con el visionado de la majestuosa Puerta Azul (Bab Bou Jeloud). Esta monumental puerta, que comunica Fez el Bali con Fez el Jedid, está enclavada en una zona muy pobre, rodeada de aguas residuales. Era una pena que hubiera tanta miseria justo al lado de un monumento tan emblemático de la ciudad.
La tercera ruta ferroviaria por Marruecos transcurre entre Casablanca y Marrakech. Llegamos a la estación término de Marrakech a las 15:40, tras tres horas y media de viaje. Demasiadas para un trayecto relativamente corto.