Dos días antes de la visita a la Cueva, en el hotel, habíamos reservado las entradas a coste cero (por ser de los primeros 40 nos salió gratis). El único requisito radicaba en presentarse en recepción a las 9:30 horas para iniciar el recorrido en el primer grupo guiado de la mañana.
Esa mañana, desayunamos pronto en el hotel, montamos en el coche y partimos ipso facto hacia Nerja por la autovía A-7. Llegamos al aparcamiento de la Cueva media hora antes de que abriera. Junto a las taquillas vimos el monumento dedicado a los seis chicos que descubrieron la Cueva en enero de 1959.
Franqueada la puerta de entrada, una vez descendimos al interior de este majestuoso paisaje subterráneo, admiramos boquiabiertos la belleza del lugar.
Recorrimos las pasarelas de la Galería Turística tras los pasos del guía, formando un grupo de unas veinte personas, casi en penumbra, con la cavidad tenuemente iluminada por focos.
En la Sala de Belén, la primera que pisamos, comprobé que la cámara del móvil no iba a sacar partido de la belleza que me rodeaba.
En la Sala del Cataclismo, de proporciones abismales, ratifiqué que la cámara del móvil no está hecha para la oscuridad. La cámara réflex, en cambio, resultó ideal para retratar estalactitas, cavidades y hermosos rincones de este mundo subterráneo.
Sala del Cataclismo |
Sala del Cataclismo |
El recorrido circular por la Sala de Cataclismo, me sumergió en un extraordinario paisaje subterráneo, resultado del trabajo constante del agua y del tiempo, rico en estalactitas, columnas y otras formaciones de gran belleza enmarcadas en bóvedas de roca de dimensiones abrumadoras.
La Cueva de Nerja alberga uno de los conjuntos de arte rupestre más amplio y antiguo del mundo, que por su fragilidad y difícil acceso, no puede ser mostrado al visitante.
Lo que sí veréis y rodearéis por la pasarela, es la impresionante estalactita situada en el centro de la Sala del Cataclismo, y que une el techo con el suelo. Sus dimensiones os dejarán impresionados: 33 metros de alto y una base de 13×7 metros.
El visitante corriente se ha de contentar con recorrer las dos salas de la Galería Turística: la Sala de Belén y la Sala del Cataclismo, suficientes para captar la grandiosidad y la importancia que tuvo este lugar en el pasado.
Y es que la cavidad atesora un inmenso patrimonio natural y cultural, cuyo máximo exponente son las huellas dejadas por los grupos humanos prehistóricos, quienes visitaron sus salas durante miles y miles de años.
Los artistas prehistóricos decoraron fundamentalmente las salas de las Galerías Turísticas, aunque también superaron las dificultades de acceso a las zonas no visitables de la cueva para plasmar en ellas figuras de animales, pero, sobre todo, signos.