Sant Miquel de Cuixà |
Partimos de Ille sur Tet en dirección oeste, incorporándonos a la N116, ya transformada en una carretera de un carril por sentido. Y en pocos kilómetros un cartel nos dio la bienvenida a la comarca medieval del Conflent.
Ascendíamos por el valle del río Tet y pasado el pantano de Vinçà, que apenas contenía agua, avistamos a mano derecha Eus, uno los pueblos más bonitos de Francia. Situado en lo alto de una peña granítica, y orientado hacia el sur, Eus es uno de los pueblos galos que goza de más horas de sol. Ese día, hasta las sombras de las nubes lo respetaban.
Llegamos a mediodía a Prades (Prada en catalán), la capital histórica del condado medieval del Conflent. Estacionamos los vehículos de forma gratuita en la avenida De Gaulle y accedimos a pie al centro histórico.
El centro de Prades gira en torno a la plaza de la República. En ella descubiréis la iglesia de Sant Pere, del siglo XVII, que acoge el retablo barroco más grande de Francia.
Frente a la iglesia, en una esquina de la plaza de la República, veréis el edificio del Ayuntamiento. Y algo más retirado, se encuentran las casas donde vivieron dos ilustres catalanes: Pompeu Fabra y Pau Casals.
La carretera local D27 une, en tres kilómetros, Prades con Sant Miquel de Cuixà, monasterio benedictino levantado en el año 878 a los pies del Canigó, y ampliado en el siglo XII con el añadido del claustro.
Era mediodía cuando nos presentamos en las taquillas del monasterio. Incomprensiblemente, las visitas habían concluido a las 11:50. Los extraños horarios franceses nos jugaron una mala pasada.
Nos contentamos con admirar la belleza de la iglesia prerrománica desde un prado próximo, con su alto campanario destacando en un bello entorno natural.
La pradera que acoge el monasterio de Sant Miquel no fue elegida al azar. Hacia el sur, dominando la comarca del Conflent con sus 2.784 metros de altitud, se encuentra la mole del Canigó; el magnífico telón de fondo con el que se despertaban los monjes cada mañana.