Partimos de Málaga en el vehículo que habíamos alquilado. Fuimos en dirección norte, por la autovía A-45 hasta Casabermeja, y por carreteras comarcales hasta Villanueva de la Concepción. Al norte de esta villa localizamos la entrada al Paraje Natural El Torcal de Antequera.
A un par de kilómetros de la entrada al Paraje Natural nos detuvimos en el Mirador Diego Monea, una atalaya que nos ofreció una primera panorámica de los altos roquedos del parque y de la campiña malagueña.
El mirador es un lugar ideal para descansar admirando bonitas vistas y para localizar puntos geográficos. Está dotado de aparcamiento, panel informativo y bancos de piedra.
Situado en el centro de la provincia de Málaga, el Torcal se extiende a lo largo de 1.117 hectáreas. Se trata de un relieve kárstico, donde el agua ha disuelto y modelado la roca caliza durante miles de años, hasta otorgarle todo tipo de formas caprichosas.
Al este del Paraje atravesamos una extensa área de lapiaz y frecuentes dolinas, conocida como El Camorro. Aquí se encuentra el Camorro de los Monteses o cerro de los Repetidores, de 1.154 metros de altitud.
Pasado el mirador de Moneo, la carretera describe varias curvas por un paisaje pétreo que no os dejará indiferentes. Conviene detenerse de vez en cuando en la cuneta de la carretera para tomar fotos increíbles. En este punto pasaremos bajo la mole del Camorro de las Siete Mesas, que con sus 1.336 metros de altitud representa el punto más alto del Paraje Natural.
El Torcal encierra en su reducida extensión (11,7 km2 dentro del Paraje) una de las muestras más impresionantes de paisaje kárstico de toda Europa. Geomorfológicamente comprende cuatro zonas bien diferenciadas: Sierra Pelada, Torcal Alto, Torcal Bajo y Tajos y Laderas.
Avanzábamos por la carretera, en dirección al Centro de Visitantes, cuando vimos el cartel que anunciaba El Tornillo del Torcal, una de las áreas más espectaculares del Paraje Natural, que se caracteriza por sus montoneras de piedras redondas con forma de tornillo.
El Torcal está constituido por rocas calizas de tres tipos: colíticas, brechoides y clásticas. Todas ellas tuvieron su origen en el fondo marino durante el periodo jurásico, hace aproximadamente 150 millones de años.
Los materiales depositados en el mar emergieron como consecuencia del plegamiento alpino, conservando buena parte de su horizontalidad a pesar de haber ascendido más de mil metros sobre las aguas.
La carretera que vertebra el Paraje Natural finaliza en el Centro de Visitantes. Su interior alberga un área de interpretación de la naturaleza, una sala de usos múltiples, donde se proyecta un documental de 15 minutos, una tienda de productos locales y artesanales y un restaurante con unas vistas espectaculares.
En el aparcamiento se encuentra el inicio de las sendas que penetran en el Torcal Alto: la Amarilla (2,75 km y dificultad media) y la Verde, más corta (1,44 km), que realizamos nosotros esa fría mañana de enero:
A lo largo de esta interesante ruta kárstica, una de las más espectaculares de Europa, veremos todo tipo de peñascos: altos, bajos, con forma de tornillo, picudos, aplanados; aislados, agrupados...
Las comunidades zoológicas del Torcal carecen de grandes predadores o grandes herbívoros, siendo únicamente representativas en este sentido el zorro y la cabra montés respectivamente.
De hecho, al inicio de la senda disfrutamos con la esporádica presencia de varias cabras montesas pastando alegremente. Debían estar acostumbradas a la presencia de personas porque no se movieron cuando nos acercamos a ellas.
El macizo del Torcal constituye una zona geográfica de rica y variada flora, lo cual acrecienta en gran medida la importancia de sus valores naturales.
La presencia del hombre en El Torcal se remonta a la Prehistoria, lo cual se atestigua a través de los restos de pobladores neolíticos hallados en varios yacimientos, siendo el más importante el de la Cueva del Toro.
La vegetación climática del Torcal corresponde a la de un encinar bético basófilo, con el estrato arbóreo representado por encinas, quejigos, serbales y arces. En la Senda Vede tuvimos la ocasión de admirar el endémico arce de montpellier, un árbol difícil de ver en la Península.
Habíamos cubierto la mitad de la Senda Verde. Se nos veía contentos mientras caminábamos por ella observando la vegetación y la geología, fruto de las formaciones erosivas.
Disfrutamos mucho contemplando curiosas formaciones rocosas, que adoptaban formas inverosímiles tras ser esculpidas durante miles de años por la acción del aire, lluvia, nieve. hielo, etc. Pero todo acabó una vez alcanzamos el Centro de Visitantes.
Trescientos metros separan el Centro de Interpretación del mirador de Las Ventanillas, una estupenda atalaya con preciosas vistas de Villanueva de la Concepción, de la comarca del río Campanillas y, en días claros (no era el caso), del continente africano.
Hacia el este, sobresaliendo por encima de las peñas del Torcal y de la sierra de las Cabras, pudimos avistar los picos nevados de Sierra Nevada.