En la anterior ocasión que visité Málaga (en un tórrido mes de julio), subí al castillo de Gibralfaro en el bus 36. Cosas del calor. Esta vez, por ser enero, decidí aventurarme a pie por la empedrada senda de Gibralfaro, que discurre junto a la muralla sur de la Alcazaba y la Coracha (construcción amurallada que une la Alcazaba con Gibralfaro).
TOPÓNIMO DE CORACHAEl camino serpentea por el cerro y ofrece excelentes vistas del puerto de Málaga. En algunos tramos la subida es muy pronunciada, lo que nos obligó a abastecernos de un botellín de agua en un kiosco.
En la parte intermedia del ascenso nos detuvimos en el mirador de Gibralfaro, que brinda una excelente panorámica del barrio de la Malagueta, con su plaza de toros acaparando la atención de los allí presentes.
Antiguamente, antes de la construcción del barrio de la Malagueta, el mar llegaba hasta la misma falda del monte Gibralfaro, circunstancia que lo hacía, si cabe, más inexpugnable.
Empleamos 30 minutos en alcanzar la entrada al castillo de Gibralfaro, fortificación amurallada de carácter defensivo construida por los árabes en el siglo XIV.
La fortificación incorpora todas las novedades defensivas que fueron adoptadas en Al Andalus, como la gran Torre Albarrana, el perímetro de muralla adaptado al terreno a través de paños zigzagueantes y la puerta con entrada en recodo.
Del interior del castillo cabe destacar el Pozo Airón de época árabe, de más de 40 metros de profundidad y excavado en la roca viva, varios pozos-aljibes, dos hornos de pan, garitas de época moderna y el edificio del antiguo polvorín, hoy convertido en Centro de Interpretación.
El castillo está situado detrás de la Alcazaba, con la que se comunica por medio de la Coracha, y dispone de dos líneas de murallas y ocho torreones.
Un camino recorre la almenada muralla sur, entre torre y torre. Si vais con niños, debéis vigilarlos de cerca, pues se pueden colar perfectamente por las barandillas de hierro, y la altura es considerable.
Caminamos por el perímetro de la muralla, deteniéndonos en altas torres para contemplar a vista de pájaro las siluetas del puerto, la Catedral y la plaza de Toros.
La barbacana defensiva que rodea la fortaleza se abre en la Puerta Original para formar la Coracha, camino amurallado que desciende para unirlo a la Alcazaba, y cuya construcción en zigzag permite evitar la edificación de costosas torres albarranas.
En este sector del castillo, el que se asoma a Málaga, se encuentran la Torre Mayor, con 17 metros de altura, y la Torre Albarrana o Torre Blanca, una de las más visibles, que conserva en su interior un aljibe.
Subido a esta atalaya, uno puede forjarse una idea de la configuración del castillo. Durante los días claros, incluso es posible divisar algunos montes de la cordillera del Rif, en África, y el estrecho de Gibraltar.
Desde la muralla podréis admirar el jardín-huerto que ocupaba el interior de la fortaleza. Actualmente, este vergel os protegerá del achicharrante sol de mediodía, que no nos libramos de él ni en pleno mes de enero.
Por último, nos detuvimos en el Centro de Interpretación para ver una exposición que reflejaba la vida del castillo como guarnición militar y vigía costero desde 1847.
Si voláis de Barcelona a Málaga (y viceversa) en invierno, podréis disfrutar de una magnífica panorámica de Sierra Nevada, con sus cimas nevadas.
El aeropuerto está bien comunicado con Málaga. Hay trenes cada veinte minutos. Recordad que los niños menores de seis años no pagan billete.