Monasterio de Santo Domingo |
Nos pusimos en ruta a primera hora de la mañana y tras cubrir unos 150 kilómetros por tierras sorianas y burgalesas, llegamos al desfiladero del río Mataviejas (curioso nombre). A la salida del mismo apareció Santo Domingo de Silos.
Estacionamos los vehículos en el aparcamiento público ubicado en la parte alta, que nos brindó buenas vistas del monasterio y del extenso sabinar que rodea al municipio.
Desde el aparcamiento es fácil orientarse: sólo hay que descender por las calles hasta la plaza Mayor y el monasterio. La población, asentada en la ribera del río Mataviejas o Ura, conserva un interesante conjunto monumental que incluye restos de murallas y algunas casonas blasonadas.
La plaza Mayor se encuentra en el centro de la villa. Está rodeada de sobrios edificios centenarios, como el que acoge el hotel Tres Coronas de Silos, del año 1745.
En el lado sur de la plaza Mayor veréis el Ayuntamiento, que acoge la oficina de turismo, y la iglesia de San Pedro, del siglo XVIII, construida sobre los cimientos de un templo anterior románico. La iglesia alberga un interesante museo medieval con piezas destacadas de ese período.
Santo Domingo es un pueblo pequeño, pero está lleno de iglesias. Junto a la plaza Mayor, en la calle Cadena (que conduce al monasterio de Santo Domingo), se alza la iglesia monástica de San Sebastián, terminada en 1792.
En la parte baja de la calle Cadena veréis el lavadero público de Santo Domingo, construido en un lugar donde brota abundante agua. Por eso, no es de extrañar que el monasterio se levantara aquí, entre el río y esta fuente de agua limpia y fresca (de aquí vendría el topónimo euskérico silos).
El río Mataviejas o Ura pone fin a la calle de la Cadena. Aquí se encuentra una parte de los restos dispersos de la antigua muralla medieval (S. XIII) que protegió la villa cuando los terrenos ocupados por ésta eran mayores que los actuales.
En este punto, cruzaréis la muralla por el arco de San Juan, también conocido como Puerta Mayor de la Fuente, que controlaba el paso del antiguo puente gótico sobre el río Mataviejas.
En la parte intermedia de la calle Cadena, más arriba del lavadero público, se encuentra la entrada principal al monasterio de Santo Domingo. En las taquillas deberéis abonar la correspondiente tarifa, que a mí se me antojó bastante cara.
En el siglo XI, el monje dominico que más tarde se convirtió en obispo de Silos, ordenó la resconstrucción de los edificios de una antigua abadía visigoda y dio su nombre al nuevo monasterio.
En 1835 el monasterio fue abandonado, pero en 1880 un grupo de benedictinos franceses eligió sus ruinas como refugio. Cuando llegaron plantaron un ciprés en medio del claustro, que es el actual símbolo del monasterio.
El ciprés del claustro |
Detalle de un capitel |
La entrada a la abadía incluía la visita al claustro, que está considerado como uno de los más bellos de España. Es especialmente grande teniendo en cuenta que se trata de un edificio románico y consta de dos plantas perfectamente homogéneas. De hecho es el único monasterio del mundo que tiene un claustro con dos plantas.
Las galerías de la planta baja están formadas por sesenta arcos de medio punto que descansan sobre columnas geminadas.
Detalle de un capitel |
Detalle de un capitel |
Los capiteles del claustro constituyen un bestiario con animales y vegetales de influencia mudéjar. Vale la pena contemplarlos unos segundos.
Si camináis por la galería, observando las figuras que aparecen en los capiteles, también podréis contemplar el fabuloso artesonado mudéjar que luce el techo del claustro, cuya construcción data muy probablemente del año 1384. El techo cuenta con una temática múltiple y es uno de los mejor conservados de esta época.