La senda 1 al cráter de Santa Margarida parte del aparcamiento de la carretera GI-524, ubicacado en la base del volcán. Desde aquí sólo debemos seguir las indicaciones oportunas.
La Garrotxa cuenta con unos cuarenta volcanes y uno de los que tiene el acceso más fácil es el de Santa Margarida, con una altitud de 70 metros.
Los primeros metros del ascenso transcurren por un amplio carril bien marcado. Esta parte no es muy empinada y tiene el aliciente de pasar por un hermoso entorno boscoso.
Tras acometer una curva cerrada se entra de lleno en un hayedo, solo interrumpido por la masía Can Vila, del año 1793, que tenía enganchada en su fachada principal un silla de madera.
Superada la masía, la senda comienza a empinarse de lo lindo. Atravesamos un tramo de fuerte pendiente cubierto de un manto de hojas y jalonado por altas hayas.
Al final del repecho alcanzamos la parte superior del cono volcánico. Tomamos el camino de la izquierda y tras descender por una senda parcialmente escalonada, llegamos al fondo del cráter, de 420 metros de diámetro.
El Volcán Santa Margarida tiene aproximadamente 11.000 años de antigüedad y es de tipo estromboliano, caracterizado por erupciones moderadas que formaron su cono volcánico. Su cráter, de forma circular, es una de sus características más notables.
Como pudimos comprobar esa mañana, el cráter es un amplio espacio verde rodeado de bosque, con la ermita en el centro. El contraste entre el entorno volcánico y la ermita añade un toque especial al paisaje.
La ermita románica de Santa Margarida, del siglo XII, preside el corazón del antiguo cráter del volcán. El edificio ha sido reconstruido en varias ocasiones tras sufrir daños en terremotos.
La presencia de la ermita en este prado verde no tiene mucha lógica, resulta inaudito que la Iglesia construyera este diminuto edificio en el interior de un volcán, es como si hubiera querido amansar al demonio que hace miles de años agitó las entrañas de la tierra e inundó de lava esta región catalana.