Aterrizamos en el aeropuerto Fontanarossa de Catania a las cuatro de la madrugada, milagrosamente para nosotros, con dos horas de retraso sobre el horario previsto, aunque no pegamos ojo. Una hora más tarde tomamos el primer autobús que unía el aeropuerto con la estación Central de ferrocarril de Catania. Y desayunamos en el edificio ferroviario.
En los sietes días de ruta que teníamos por delante, dando la vuelta alrededor de Sicilia, no habíamos realizado ni una sola reserva de hotel, hostal, albergue... Por eso, esa mañana marchamos raudos a la plaza Curró para reservar tres camas en el albergue juvenil Agorà.
En el centro de Catania no debéis perderos la plaza de la Catedral, donde se ubica la Catedral de Catania o Duomo y el Ayuntamiento o Comune, edificio que destaca por tener una combinación de estilo neoclásico y ornamentación barroca.
En el centro de la plaza de la Catedral se encuentra la fuente del Elefante, de Vacarini, caracterizada por tener un obelisco en el centro. El elefante está tallado en basalto y es el símbolo de la ciudad.
Dos principales mercados tiene Catania: el de la Pescheria y el de la Fiera. Al mercado de la Pescheria, matinal y bullicioso, se llega por unas escaleras de piedra volcánica que parten de la plaza de la Catedral. Previamente habréis pasado por la fuente del Amenano.
Nosotros nos presentamos en el mercado a primera hora de la mañana, que es cuando está más animado. Caminamos entre las vistosas sombrillas de las paradas, inmersos en el griterío propio de estos lugares. Y es que en el sur de Italia todo se vive con más fervor; los acelerados vendedores trataban de llamar la atención de todo aquel que caminaba por la calle.
![]() Mercado de la Pescheria |
![]() Mercado de la Pescheria |
Después de almorzar unos platos de pescado en el mercado de la Pescheria, realizamos una visita al Teatro Greco-Romano de Catania. Agazapado entre varios edificios de la calle Vittorio Emanuele II, el teatro se construyó en el siglo II y, como pudimos comprobar, las gradas y la zona de la orquesta se encontraban en perfecto estado.
Por la tarde, tomamos el autobús y marchamos a relajarnos a la Playa de Catania, repleta de casetas privadas y de acceso complicado, aunque nosotros conseguimos alcanzar la arena sin problemas. De regreso al albergue, comprobamos con horror que esa noche la plaza acogía un concierto de rock. Entre la música y las vías del tren, apenas pegamos ojo.