Templo Dórico de Segesta |
Las ruinas griegas de Segesta se encuentran a unos 60 kilómetros al oeste de Palermo. Llegaréis a ellas por las autovías A29 y A29d (gratuitas). La entrada costaba 4,5€ (2€ con el carné de estudiante), y daba derecho a recorrer todo el recinto, desde el Templo Dórico hasta el Teatro Griego.
Segesta era una de las ciudades principales del pueblo élimo, una de las tres poblaciones indígenas de Sicilia. Las otras ciudades importantes eran Érice y Entella. Lo que más destaca del yacimiento arqueológico es el Templo Dórico períptero (rodeado de columnas) y hexástilo (con seis columnas en el frente), de finales del siglo V a. C.).
Este templo inacabado está construido en una cima justo a las afueras de la antigua Segesta, con una vista muy bella sobre el valle. Es uno de los templos griegos mejor conservados. Seguramente por varias causas a la vez: por su aislamiento en lo alto de un cerro, sin tentaciones de utilizarlo para materiales de construcción locales, y porque nunca ha sido profanado debido a que no se había completado. Nunca se le puso tejado, y sus columnas permanecen en bruto, esperando ser estriadas.
A continuación, enfilamos carretera arriba (se puede subir en autobús, previo pago) para ver el Teatro Griego, del siglo III a.C. Encaramado en lo alto de un cerro que domina un amplio valle, el teatro tenía una capacidad para 3.000 personas. La zona más cercana a la orquesta tiene veinte filas de asientos, y la zona superior se encuentra semiderruida.
Para subir en coche a Érice hace falta armarse de paciencia y preguntar las veces que haga falta. La carretera asciende de forma vertiginosa por la montaña, trazando curvas y dispensando unas vistas alucinantes de Trápani y el mar Mediterráneo.
Antes de alcanzar el pueblo, situado sobre un peñasco a 751 metros de altura, nos sorprendió una niebla más propia de Londres en invierno que de Sicilia en el mes de julio. Pero bueno, así las gasta Érice, uno de los pueblos medievales más bellos de Sicilia.
Algunas zonas del municipio estaban cubiertas por una espesa y húmeda niebla, lo que le daba un aspecto de ciudad fantasma. Recorrimos sus empedradas calles peatonales hasta la iglesia Matrice (Madre), construida en estilo gótico durante el siglo XIV por el rey Federico de Aragón.
El templo destaca por el rosetón, la bóveda interior y el campanario, conocido como la Torre del Rey Federico. Se puede subir previo pago para disfrutar de las vistas del pueblo, bueno, siempre que no haya niebla, claro está.
Si la niebla os lo permite podréis contemplar el castillo de Vanere, que data de la época normanda (siglos XII y XIII). Esta es, quizá, la construcción que más se asocia con la imagen de Érice.
Desde el imponente roquedo que acoge el castillo pudimos divisar la Torreta Pepoli, construida en el siglo XIX por el conde Agostino Pepoli. Afortunadamente, la niebla se disipó y pudimos divisar Trápani y el mar Mediterráneo.
Esa noche nos alojamos en el hotel Aosta de Trápani, situado a las afueras del municipio, y a la mañana siguiente, tras tomar el desayuno en la habitación del hotel, nos apresuramos en ponernos en ruta. Partimos de Trápani hacia el norte por la carretera de la costa. Una hora después, tras cubrir unos 40 kilómetros en una hora, alcanzamos San Vito lo Capo, playa que nos recomendaron el día anterior, ubicada en el extremo noroccidental de la isla.
Ante nosotros apareció una hermosa cala de aguas límpidas y cristalinas, con una gran extensión de arena fina y blanca. Pasamos toda la mañana en esa estupenda playa y a la hora de comer marchamos hacia nuestro siguiente destino en el sur de la isla: Selinunte.
Al llegar al cruce de la carretera que une Trápani con Castellammare (SS-187), nos detuvimos en un merendero para almorzar. Poco después, enfilamos hacia la autopista A-29 vía Castellammare, población que cuenta con un imponente castillo.