Esa jornada en Fuerteventura la dedicamos a Lobos, el pequeño islote situado frente a la costa de Corralejo. En el puerto adquirimos los billetes para el barco (compañía Majorero) y cuando llegó la hora zarpamos hacia nuestro paradisiaco destino.
La Isla de Lobos es un lugar perfecto para una excursión de un día. Normalmente, la estancia en el islote dura unas cuatro horas. Ese tiempo lo podéis dedicar a practicar senderismo y a tomar algún baño que otro en alguna de sus aclamadas playas.
Su nombre proviene de los lobos marinos o focas monje que habitaban la isla en tiempos antiguos. Hoy en día, la Isla de Lobos es un Espacio Natural Protegido, ofreciendo una experiencia única en un entorno prácticamente virgen.
La travesía por el estrecho de El Río, que separa Fuerteventura de Lobos, duró unos 25 minutos, tal como estaba previsto. Atracamos en El Muelle, un largo espigón de cemento que penetra en el mar y que facilita el desembarco a la isla.
En El Muelle veréis la senda circular que rodea toda la isla. El camino de la derecha lleva al faro de Martiño por El Puertito. Y el de la izquierda conduce al citado faro por la Playa de la Caleta (8 minutos) y la Montaña de La Caldera.
De hecho, uno de los principales atractivos de la Isla de Lobos es la Montaña de La Caldera, un antiguo volcán que se eleva a unos 127 metros sobre el nivel del mar. Subir hasta la cima ofrece vistas espectaculares del paisaje volcánico de la isla, del estrecho de El Río y de la cercana isla de Lanzarote.
Una vez pasamos por la oficina de turismo, nos incorporamos a la senda del este, en dirección a El Puertito. Uno de los mapas que habíamos consultado indicaba que, camino del faro, se hallaba la playa de la Arena. Si la alcanzábamos, aparte de bañarnos, podríamos cubrir una caminata por la parte oriental de la isla.
Transcurridos cinco minutos por la senda alcanzamos Las Casas del Puertito, un diminuto y pintoresco asentamiento de pescadores, con algunas casitas blancas y un pequeño muelle. Me pareció un lugar encantador para pasear y disfrutar del paisaje.
En sus incios, El Puertito fue un asentamiento temporal para pescadores, aunque se tiene constancia de que fue morada temporal de navegantes y piratas.
En El Puertito encontraréis un pequeño restaurante que ofrece platos de pescado fresco y otros productos locales. Es el único lugar en la isla donde se puede comer, y es recomendable reservar con antelación.
No nos entretuvimos en El Puertito. Proseguimos la caminata por la senda que rodea la isla, tal y como habíamos panificado. Tras cubrir unos metros, penetramos en la Atalaya Grande, un pedregal que se asoma a la costa.
En Lobos se pueden observar diversos paisajes. El color rojizo de esta tierra proviene de arcillas y limos traídos del Sáhara por los vientos.
Más adelante alcanzamos las pasarelas de madera que atraviesan Las Lagunitas, un privilegiado saladar donde abunda la siempreviva de lobos, una planta endémica y exclusiva del islote.
Las Lagunitas es un lugar importante para la biodiversidad de la isla. Es un ecosistema costero de gran calidad paisajística y muy frágil, por la delicada dinámica de inundaciones periódicas a las que se ve sometido.
La zona ofrece excelentes oportunidades para la fotografía, especialmente al amanecer y al atardecer. Es un hábitat natural de alimentación y descanso de muchas aves migratorias. Existe una caseta de observación de aves, que es ideal para mirar sin ser visto.
A partir de Las Lagunitas, la senda se aparta paulatinamente de la costa. Dejaremos a la derecha el Aljibe Grande, y atravesaremos una zona árida, con abundante arena. En algunos tramos, hasta se puede ir descalzo.
Estábamos a la altura de la Playa de la Arena, pero me extrañó no ver ningún cartel que la anunciara. Mi hija quería un baño, así que me aventuré campo a través hasta la costa. No me gustó ni una pizca lo que vi. La Playa de la Arena no hacía alusión a su nombre. La marea baja dejaba entrever una zona pedregosa de difícil acceso. Fue más sensato dar media vuelta y regresar al Puertito.
Un kilómetro antes de llegar al Puertito tomamos la senda de la derecha, en dirección a la Atalaya Chica. Atravesamos un enorme pedregal de origen volcánico.
Más adelante, la senda atraviesa una zona de coladas sobre áreas húmedas o encharcadas conocidas como hoyas. Agazapado entre las rocas podréis ver un horno de cal.
Las hoyas son depresiones salitrosas que durante temporadas quedan cubiertas por aguas salobres que suben del fondo de la misma. Aquí crecen plantas como la algohuera, el matomoro, la aulaga y la siempreviva.
Alrededor del Puertito se hallan unas encantadoras lagunas de aguas cristalinas y turquesas, perfectas para nadar y disfrutar de un entorno de tranquilidad. Fue el premio al esfuerzo de patear la isla cuando el sol estaba más alto.
Estas pequeñas piscinas naturales son una de las joyas escondidas de la isla. Nos bañamos a mediodía, cuando la marea estaba subiendo. Aquí, a diferencia de otras partes de la isla, el aire no soplaba con fuerza, y la playa parecía una balsa.