Tardamos algo más de media hora en alcanzar Calella de Palafrugell desde Sant Feliu de Guíxols. Estacionamos el vehículo en la parte alta de la localidad, dispuestos a acometer a pie el descenso a la playa por sus calles y plazas, jalonadas por casitas de fachadas blancas.
![]() Calle Gravina |
![]() Plaza de Sant Pere |
La plaza de Sant Pere es el principal acceso a la emblemática Playa de Port Bo, conocida popularmente como Playa de las Barcas. Es un lugar encantador, con varias calitas repletas de barcas ocupando la playa.
A la Playa de Port Bo se asoman las casas del pueblo, de blancas fachadas. De hecho, el tramo de arena es tan estrecho que para moverse por la cala hay que hacerlo bajo los soportales, entre sus icónicos arcos.
Durante el mes de julio, en la Playa de Port Bo se celebra la Cantada de Habaneras, con música tradicional de marineros.
Caminando hacia el norte por la playa de Malaspina llegaremos al Mirador Manuel Juanola, un saliente rocoso con una terraza que brinda buenas vistas de las playas de Malaspina y del Canadell. Fue el lugar ideal para realizar un almuerzo bocadillero.
El mirador está dedicado a la memoria del farmacéutico Manuel Juanola i Reixach (Palafrugell 1874-Barcelona 1963), que estudió la carrera de farmacia y en 1903 abrió su farmacia en el barrio de Gràcia de Barcelona. En este establecimiento ideó y comercializó las pastillas Juanola en 1906, que se registraron como especialidad farmacéutica en 1912.
Estábamos a mediados de octubre, y a mediodía, la temperatura subió tanto que vi con buenos ojos un baño en esas magníficas aguas. Fue una pena haber dejado el bañador en el coche.
Otro rincón con encanto de Calella es la Punta de los Burricaires, una lengua rocosa que se adentra en el mar y que cuenta con un fabuloso mirador.
Desde este lugar disfrutamos de unas sublimes vistas panorámicas de Calella y su costa, con las casas blancas y la silueta de la iglesia recortándose en el horizonte.