El Partenón |
Subimos a la Acrópolis obrando como en años anteriores: siguiendo los carteles informativos que encontramos en el barrio de Plaka. Nos dimos prisa pues faltaba poco para que el sol se esfumase.
Conforme ganábamos altura por las calles de Plaka, los edificios fueron desapareciendo y, al avanzar por el camino resultante, disfrutamos de esa típica imagen de la ciudad: feos bloques a la derecha y el Ágora Griega a la izquierda, presidida por el templo de Hefesto.
En las taquillas me llevé una grata sorpresa: de noviembre a marzo las entradas a los principales recintos arqueológicos griegos cuestan la mitad de precio. El acceso a la Acrópolis costó 10€.
Era la tercera vez que visitaba la "ciudad alta" ateniense (las anteriores fueron en 1994 y 2002), y no salí defraudado. Entramos a lo grande, por las escaleras de Los Propileos, construidos en el marco del programa monumental de Pericles en el siglo V antes de Cristo.
Los Propileos comprendían un edificio central, un amplio vestíbulo de forma rectangular y dos alas laterales. Entre las cinco puertas de la parte central, la de en medio daba acceso a la Vía Sagrada que recorrían las procesiones de las Panateneas.
Superado Los Propileos accedimos a la Acrópolis propiamente dicha. A mano derecha, sobre el acantilado que forma este roquedo de 156 metros de altura, pudimos ver el Teatro Odeón.
El teatro fue construido en el año 161 d.C. gracias a la gran fortuna del cónsul romano Herodes Ático. Desde la barandilla comprobaréis su perfecto estado de conservación. En la actualidad acoge todo tipo de espectáculos.
Entre Los Propileos y el Teatro Odeón se encuentra el templo de Atenea Niké, del siglo V a.C., un edificio de mármol de gran magnitud, rodeado de columnas de más de diez metros de altura.
La única pega que le puse a esta visita fue que el Partenón estaba en obras. De hecho, siempre lo he visto con andamios a su alrededor, imagino que restaurándolo por fases; cada año arreglan una parte y vuelta a empezar.
Rodear el Partenón, aunque esté revestido de andamios, es otro de esos placeres a los que nunca renunciaré en mis futuras visitas a la capital griega.
El Partenón, obra magna de la arquitectura griega, fue construido en el siglo V a.C. Es el templo más destacado de la colina de la Acrópolis y está dedicado a la diosa Atenea Parthenos. Era la primera vez que lo veía por la tarde, con las montañas nevadas y, lógicamente, abrigado debido al aire frío que soplaba.
Si pensáis que un día cualquiera, de mediados de enero, podéis visitar la Acrópolis sin turistas, lo lleváis claro. En Grecia, los turistas salen de debajo de las piedras; son un colectivo estrechamente vinculado a los recintos arqueológicos. Y en la Acrópolis los tienes a decenas. ¡Todo el año!
El otro monumento que destaca con luz propia en la Acrópolis es el Erecteión, considerado como el templo más importante de la mitología griega, no en vano era un lugar de culto a Poseidón (dios del mar) y Atenea (diosa protectora de la ciudad de Atenas).
El Erecteión destaca por las Cariátides, estatuas con forma de mujer que hacían las veces de columnas (soportaban el peso del piso superior). Las figuras que actualmente se encuentran en el lugar son réplicas de las originales, cinco de las cuales pueden apreciarse en el moderno Museo de la Acrópolis (que nosotros no vimos por haber cerrado ya sus puertas).
Siempre había visto el templo más sagrado de la Acrópolis a la altura de las Cariátides, no se me había ocurrido dar la vuelta para ver el plano inferior. Construido entre el 421 y el 395 a.C., el complejo Erecteión contiene varios santuarios antiguos. Al este se encuentra el templo de Atenea Polias y al oeste la tumba del Rey Erecteo.
La Acrópolis, debido a su altura (156 metros), es el mejor mirador de Atenas. Desde el lado oriental, donde ondea la bandera griega, las vistas del templo de Zeus Olímpico y del estadio Kalimármaro os dejarán boquiabiertos.
Si os asomáis por el norte de la colina veréis la Atenas moderna, un conjunto de edificaciones que se extiende a partir del barrio de Plaka y que alcanza las montañas y el mar Egeo, en El Pireo. El aliciente de este sector lo puso la nieve que cubría las altas cimas.
En la entrada occidental de la Acrópolis, cuando bajéis las escaleras de Los Propileos, veréis la senda que desciende por la cara sur de la muralla, y que va a parar a los teatros Odeón y Dionisos. El camino atraviesa las ruinas del santuario de Asclepio, levantado en honor a este dios griego.
Al este del santuario de Asclepio, en la escarpa sur de la colina de la Acrópolis, se encuentra el Teatro de Dionisos, construido en el siglo V antes de Cristo. Desde la Acrópolis tenéis una excelente vista panorámica de lo que queda de él.
El Teatro de Dionisos fue el mayor teatro de la antigua Grecia y está considerado como el más antiguo del mundo. Fue escenario de la representación de las obras de los grandes autores griegos de la antigüedad.
Aterrizamos en Atenas a las 11:15 (hora local), con el cielo cubierto de nubes y las montañas exhibiendo un buen manto de nieve. Era una Grecia muy diferente a la que mi hermana y yo habíamos visto años atrás. Esta vez el calor pegajoso, propio de la región en verano, no nos iba a aguar la fiesta.
En la cercana estación de tren del aeropuerto aguardamos la llegada de nuestro transporte y a mediodía partimos hacia la plaza Sintagma, en el corazón de Atenas.
El hotel Hermes, situado en la calle Apollonos de Plaka, es un buen lugar para alojarse. Está bien ubicado, el desayuno es correcto y la terraza ofrece buenas vistas del barrio.