Esa mañana, procedentes de Orihuela del Tremedal, habíamos salvado dos altos puertos de montaña antes de alcanzar el cauce del Guadalaviar (el incipiente Turia) a la altura de Tramacastilla. Pasamos por Torres de Albarracín y al dejar atrás un abrupto desfiladero de paredes verticales, llegamos a Albarracín.
Estacionamos el vehículo en la parte baja del municipio, sabedores de que el acceso motorizado al centro histórico estaba muy restringido. Desde el aparcamiento obtuvimos unas buenas vistas panorámicas de la Catedral y las murallas.
Albarracín está edificada en un largo morro con forma de barra (origen del nombre iberovasco) situado en un meandro del río Guadalaviar. Y en el punto donde comienza el morro se localiza la porticada plaza Mayor, que acoge el Ayuntamiento.
Desde la plaza Mayor parten los principales viales que conducen a la Catedral, al Mirador, a las imponentes murallas y al Castillo. Es cuestión de dejarse llevar para descubrir bellos rincones.
El sorprendente casco viejo de Albarracín, con callejuelas estrechas y empinadas que proporcionan buena sombra, esconde un patrimonio digno de ser admirado con tranquilidad: casonas, palacios, etc.
En la calle Azagra, un estrecho vial retorcido y sombrío, se localiza la Casa Navarro Arzuriaga, una de las muchas casas históricas y centenarias que se pueden contemplar en Albarracín.
De la plaza Mayor parten las calles Portal de Molina y Santiago, dos viales que conducen al Portal de Molina, la antigua salida amurallada hacia Molina de Aragón. En la puerta se puede ver un ventanuco tapado con tres postes que sobresalen.
Si os situáis bajo el Portal de Molina podréis ver la Casa de la Julianeta, una vivienda peculiar que llama la atención por su particular construcción. Es la casa más famosa y fotografiada de Albarracín.
A pocos metros de la plaza Mayor se encuentra el Portal del Agua, abierto inicialmente en la muralla con la intención de poder tener acceso al suministro de agua en caso de asedio. Es uno de los rincones más bonitos de Albarracín, con sus dos torreones protegiendo la puerta.
Más allá del Portal del Agua, situada en la parte angosta del largo roquedo, se localiza la catedral del Salvador, construida en el siglo XIII y reformada posteriormente hacia 1532 en estilo renacenstista.
La Catedral destaca por sus dos retablos, San Pedro y Mayor, ambos del siglo XVI, y por su Museo Diocesano, con su colección de tapices y orfebrería religiosa.
Nosotros preferimos disfrutar de la vida del pueblo, recorriendo sus calles, admirando sus casas modestas, construidas con entramados de madera y tablones de yeso rojizo, que dan el color característico al conjunto.
Existe un lugar privilegiado desde el que poder contemplar la villa de un plumazo. Se trata del Mirador de la Catedral, una perfecta atalaya situada a los pies de la Catedral que brinda unas magníficas vistas de las murallas y la vega del Guadalaviar.
La plaza Mayor suele ser el punto de partida para la subida a las murallas. Años atrás, en una anterior visita a Albarracín, tomé una de las calles empedradas donde empieza la cuesta hacia el magnífico conjunto amurallado y sus quince torres, que cubren toda la parte occidental de la localidad. Y así fue como me encaramé a la muralla.