Plaza de España de Calatayud |
En pleno centro histórico de Calatayud, junto a la plaza de España y el viejo Ayuntamiento, se encuentra el Mesón de la Dolores, uno de los establecimientos más bucólicos y antiguos de la ciudad. En su origen fue un palacio aragonés renacentista de finales del siglo XV o principios del XVI.
El Museo y Mesón de la Dolores también se llamó Posada de San Antón. El nombre actual se debe a la leyenda de "La Dolores", popularizada a través de las coplas, óperas, el pasodoble "Si vas a Calatayud...", y obras teatrales.
En las diferentes plantas de la hospedería encontraréis piezas rescatadas del pasado: cuadros, una vieja cocina, mecedoras, estufas, etc.
Y en la planta baja se encuentra el Museo de la Dolores, que revive la historia de este personaje con gran recopilación de información y documentos cinematográficos, musicales y teatrales.
El museo tiene un espacio reservado para indumentaria de la época y para una de las piezas centrales, el baúl de Concha Piquer, que fue donado por la familia. En la sala inferior podréis ver un centro de interpretación del vino de la denominación de origen de Calatayud.
Dos grandes plazas posee Calatayud: la plaza de España y la plaza del Fuerte. En la primera, la más céntrica, vimos el viejo Ayuntamiento y algunos edificios cuyos cimientos han colapsado con el paso de los años, por lo que se aguantan unos sobre otros.
"Salvemos el centro histórico", rezaba un cartel colocado en un balcón. Fueron muchos los solares vacíos que vimos como consecuencia de los continuos derribos. Está claro que Calatayud necesita una buena rehabilitación de sus viviendas si quiere preservar su rico legado arquitectónico.
El arte mudéjar, representativo de tierras aragonesas, también tiene un buen exponente en Calatayud, cuyo centro histórico está declarado Conjunto Histórico Artístico. Algunos de los edificios que han contribuido a que la ciudad obtenga este meritorio título los vimos a continuación. El primero fue la colegiata de Santa María, barroca del siglo XVII, que destaca por su fachada del año 1528 y por su alta torre mudéjar.
A dos calles de la colegiata alcanzamos otro edificio religioso que cuenta con una alta torre mudéjar de planta octogonal: la iglesia de San Andrés, construida en el siglo XIV.
Al oeste de la colegiata, en la plaza de Santa Teresa, vimos dos interesantes construcciones levantadas en el siglo XVI: la Puerta de Terrer, de dos torreones unidos por un arco rebajado; y la fuente de los Ocho Caños, que antaño traía las aguas a la ciudad y que contaba con once chorros.
La siguiente parada fue en la plaza del Fuerte, una de las más concurridas y animadas de la ciudad. Aquí comienza el paseo de las Cortes de Aragón, jalonado de bares y terrazas; también se puede ver el cauce del río Jalón, que en diciembre bajaba cargadito de agua.
Y a una manzana del río se puede visitar la iglesia de San Juan, con las pechinas de su cúpula decoradas con pinturas al óleo sobre lienzo, pintadas por Francisco de Goya en 1766.
Por último, siendo ya noche cerrada, nos acercamos hasta la puerta de Zaragoza, enclave que acoge la colegiata del Santo Sepulcro, un templo que se levantó a partir de 1605 en el lugar que ocupaba el original de estilo mudéjar del siglo XIII.
Visto sobre el mapa, el barrio Judío parece que esté muy retirado del centro. Pero no es así. Esa misma tarde, nada más instalarnos en el Mesón Dolores, nos dirigimos hacia él a pie, pues es la forma más práctica de moverse por el casco viejo de Calatayud.
Por la cuesta de Santa Ana, bajo las ruinas del castillo de Doña Martina, alcanzamos el Mirador Puerta de Soria, un privilegiado enclave desde el que pudimos contemplar las principales fortificaciones que un día dominaron este territorio: castillos de Doña Martina, del Reloj, Mayor y de Consolación o Torremocha.
La Judería presenta un trazado angosto y sinuoso, como pudimos comprobar cuando nos dirigíamos hacia la única sinagoga que aún queda en pie en el barrio (existieron siete): la actual iglesia de la Consolación.
Al sur de la Judería se encuentra el promontorio del Santuario de la Peña, a cuya cima se puede acceder en coche por la calle del barranco de la Pozas, o a pie por las escalerillas de la Peña, opción que elegimos nosotros.
Al final de las escalerillas, a los pies del Santuario de la Peña y del castillo de la Peña, nos asomamos a otro magnífico mirador. Contemplamos Calatayud a vista de pájaro, con el característico perfil de las torres mudéjares recortando el cielo. Y hacia el oeste descubrimos ese otro perfil, de peñas cortadas, que acuñó el topónimo de la ciudad (KALA + TA + AUDI/AUD), y que erróneamente adjudican al árabe.