La primera etapa de esta ruta a la isla de Tabarca, totalmente improvisada como resultado de los horarios del ferry, transcurrió en Santa Pola. A través de sus cuadriculadas manzanas alcanzamos la plaza de la Glorieta, el mejor mirador del Castillo-Fortaleza.
El Castillo-Fortaleza, de estilo militar renacentista, se construyó en 1557 por encargo del virrey de Valencia y señor de Elche, Bernardino de Cárdenas, para la protección y defensa de los marineros frente a los ataques de los piratas y corsarios.
Previamente había existido en el mismo lugar una torre, edificada en 1334 para defensa del puerto. El edificio es de planta rectangular, con estructura de mampostería, piedra gruesa en sus muros y sillería en sus vértices.
La actual puerta principal, construida en el siglo XVIII, se abrió para sustituir a la anterior, colocada en el muro opuesto. Actualmente, el Castillo se ha convertido en un Centro Cultural en el que se desarrollan diversas actividades.
La puerta principal estaba cerrada por obras. De hecho, todo el interior del castillo estaba patas arriba. Al menos pude asomar el hocico por la puerta trasera.
Antiguamente, el interior del Castillo contaba con dependencias militares, almacenes, horno y aljibe. Actualmente alberga el Museo del Mar, el Museo de la Pesca, la capilla Virgen de Loreto y la Sala Municipal de Exposiciones, que lógicamente, no pudimos ver.
Antiguamente, Santa Pola fue el puerto de Elche, y su actividad se remonta al siglo IV a.C., aunque con distinto emplazamiento.
De camino al muelle donde se localizan los barcos que van a Tabarca, vimos algunos edificios significativos del puerto, como el Pósito y la Cofradía de Pescadores. En la plaza que los acoge, además, admiramos el monumento dedicado a la "Despedida del Pescador".
Unas tres millas náuticas separan Santa Pola de la isla de Tabarca. De hecho, el tramo más corto entre ambos puertos se realiza en una media hora, a bordo de rápidos catamaranes como el que tomamos nosotros (compañía Tabarkeras).
En el puerto de Santa Pola, amarrados en el muelle, llegué a contabilizar cinco catamaranes y un taxi rápido con destino a Tabarca. Son demasiados transportes para la poca demanda que hay un día normal del año (en verano o en los días fuertes de Semana Santa la cosa cambia), por eso los empleados de las navieras se afanan en captar clientes a grito pelado desde sus coloridas casetas.
La anécdota de este corto viaje fue que a la ida viajamos a bordo cinco pasajeros y a la vuelta fuimos como sardinas en latas. Esa tarde, debido a la mala mar causada por el fuerte viento y la lluvia, el barco a Alicante no zarpó y sus pasajeros fueron reubicados en nuestro ferry, con destino a Santa Pola.
Unos minutos antes de llegar a Tabarca, el grumete de a bordo nos avisó de que en breve comenzaría la "visión submarina". Descendimos por unas escaleras que conducían al pequeño habitáculo situado por debajo de la línea de flotación.
A través del vidrio vimos este divertido espectáculo submarino. Muchos peces se acercaban al cristal para comer las migas de pan que les lanzaba el grumete desde la barandilla. Si os acompañan niños, les gustará.
Tanto a la ida como a la vuelta, el ferry navega varios minutos frente a la costa de Santa Pola. Y en lo más alto de la sierra, podréis divisar la torre vigía de Escaletes, del siglo XVI. Construida sobre una torre de origen musulmán, tiene ocho metros de altura y cuenta con ménsulas de piedra en su parte superior.